Capitulo Siete: No te dejaré ir

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Él tuvo el gusto de ver como el rostro de Nella se volvía de todos los colores.

—Eso fue diferente... —comenzó ella a excusarse, peor él se lo impidió. No deseaba oír sus falsas palabras.

Ella ya le había mentido muchas veces.

Comenzando por su falso amor.

—No fue diferente. —le dijo él y se alejó un poco más de ella. — Lo que hiciste conmigo en esa cama no dista mucho de la vida misma. Mentiste. En todo el sentido de la palabra. Me habías dado tu palabra ante un juez y ante Dios. Si le fallaste a ellos, no puedo esperar que no me falles a mi...

Ella guardó silencio y miró por la ventana.

Vicenzo sintió la incomodidad de Demetrio pero la obvió.

Su chófer que prestara la suficiente atención a la calle y no a sus problemas con su esposa.

Demetrio tenia la maldita conducta de siempre ser débil para con las mujeres.

Pero Antonella no se merecía esa debilidad.

—No debes preocuparte por mí. De hecho, Demetrio, lamento que Vicenzo te arrastrara hasta aquí. He hecho la reservación en el hotel... —escuchó que ella comenzaba a decir.

—No te preocupes tú, ya me he encargado yo. — en cambio dice el llamando su atención.

—¿Qué? ¿Que has hecho?

—Te lo he dicho. Me he encargado, Jane...

—Vicenzo.

—Mi esposa no va a pasar la noche en un hotel.

—¡Es una jodida noche, Vicenzo! Tu puta reputación no va a mancillarse por una noche que duerma en un hotel. — le gritó ella. —¡No soy tu esposa!

—Lo eres. Sigues siéndolo.

—Enzo, por favor. No me tortures con esto. Tu no me quieres. Es obvio que nunca lo has hecho. — ella se acerco a el y lo tomó por la camisa. — mírame, Enzo. —le pidió. — Tu no eres feliz conmigo. No lo eres y no se discute. Yo ya lo asumí. Lo entendí.. tu y yo...!Esto siempre fue un error!

—Nada de lo que hago es un error, Antonella Luigi. — Le interrumpió y coloco las manos encima de las de ella. —si tu quieres decirte a ti misma que lo nuestro fue un error, hazlo. Pero a mi no me arrastres en tu pensamiento melodramático. —le informó sintiéndose realizado.

Nunca tuvo intención de dejarla dormir en un hotel.

Ella era su esposa, eso significaba prestigio, un orgullo adquirido y por consiguiente, un respeto automático en la alta sociedad.

No era para nada idóneo que los medios le vieran llegar al hotel con maleta en mano luego de estar todo un año lejos de Nápoles.

—Odio que hagas eso. — refunfuñó Antonella. —odio que me quieras manipular.

—¿Hacer qué? —le preguntó. Aunque sabía perfectamente la respuesta que ella le iba a dar.

Antonella Luigi había sido predecible desde que la conoció.

Quizá, precisamente por eso le había cautivado, no tenía esa incertidumbre constante de que ella fuese a sorprenderlo arruinando su relación y buscando aprovecharse de él.

Pero parecía que su buen juicio había fallado a lo grande.

Jamás se había equivocado tanto con una persona, como lo había hecho con su esposa.

No por mal estaba el refrán creado: en la confianza está el peligro.

—Que manejes mi vida a tu antojo.

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora