Capitulo 21: La cocina

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ANTONELLA

¿Pero qué diablos le pasaba? ¿qué le pasaba a Vicenzo ?

¿De repente se volvía el más bueno de los hombres?

¿Súbitamente había cambiado y había reestructurado su manera de pensar?

¿De verla?

¿De sentir con respeto a ella?

No. Aquello no podía ser cierto.

Algo raro estaba pasando y no iba a quedarse quieta.

Por más que Vicenzo le había dicho que se quedara en el baño y que dejara de intentarlo, que quería respetarla y que deseaba hacer las cosas bien.

¡Vaya barbaridad!

¿Respetarla a ella? ¿ahora quería eso? ¡Pues iba de pasada!

No iba a dejar que el hombre la dejara con las ganas, no esta noche y no durante esa semana que iban a pasar juntos en ese apartamento.

Ella había tomado la decisión de estar con él toda una semana, de sentirse amada y deseada por un hombre como Vicenzo , ese que se suponía debía de ser el hombre de su vida, con el que pasaría todos los años venideros.

Vaya tontería aquella.

Se daba cuenta lo ingenua que había sido.

Se adentró en la ducha y dejó que el agua quitara todas sus inseguridades. Tardó aproximadamente veinte minutos debajo del chorro de agua, sin moverse, sin enjabonarse, sin hacer nada más que dejar que el agua recorriera su cuerpo. Viendo como su cuerpo poco a poco se relajaba y dejado de estar tenso.

El beso de Vicenzo la había dejado a la deriva, sintiéndose más encendida, como una fogata viviente, como si solo el pudiera apaciguar el ardor que crecía en su interior.

¿Cómo podía ese hombre con un simple beso taladrar en lo más profundo de su corazón?

Odiaría que él se diera cuenta que seguía amándole como la primera vez.

No podía permitir que él tuviera esa clase de poder sobre ella. Ya se había dado cuenta que no contaba con nadie más cuando de Vicenzo se trataba.

¡Qué más daba si él se enteraba! replicó la voz de su consciencia.

Él ya no quería que ella fuera su esposa, se dijo triste, mientras salía de la ducha y se envolvía en la toalla.

Daba igual que supiera que ella lo amaba y que creyera que no iba a superarlo.

Porque ella lo haría.

Así llorara por todo un año, estaba segura que sacaría a Vicenzo de su sistema y de su corazón.

El cuarto de baño de Vicenzo era muchísimo más grande que el de los invitados. Los azulejos eran de un color negro matte y el lavamanos en color plateado sin brillo, pero a leguas se notaba lo costoso. La ducha estaba en un extremo, rodeada de cristal ahumado. Una alfombra en color gris oscuro impidió que resbalara al salir de la ducha.

Se envolvió en la toalla de color oscuro y aspiró su aroma. Si, olía a Vicenzo , a limpio, a honestidad y franqueza.

¡Dios mío!

¡Estaba volviéndose Loca!

No cabía duda, estaba a punto de perder la cordura.

¿Una toalla le recordaba a Vicenzo?

Sí eso era sin que él le hiciera el amor, no quería imaginarse...

Entonces la idea se construyó de inmediato en su cerebro.

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora