Capitulo 9: Insensata

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Completamente asustada, ella gritó, bajó del coche y se colocó justo al lado de Vincenzo, antes de que éste cometiera una estupidez mayor.

Ya sabía bastante bien que para la familia Luigi lo que pensarán los demás era sumamente importante.

Estaba enterada de que este golpe tendría repercusiones bastante grandes; al día siguiente que la familia de él lo estaría llamando por todos los móviles y teléfonos locales. La oficina en donde Vicenzo se estableció recibiría toda clase de fotos y reportajes del hombre golpeado.

La situación pasó entre su rostro como si esta ya hubiese sucedido antes. .

—Vámonos a casa. —Él estaba fuera de si respiraba con dificultad, se acomodó la camisa y se pasó la mano por el cabello. Miró al hombre que estaba con la mano en su mejilla donde Vicenzo había pegado su puño segundos antes.

—¡Lo voy a demandar! — gritó el hombre tirando su cámara al suelo y cruzándose de brazos como si fuese un niño haciendo un berrinche.

—¡Hágalo! —rugió su marido. —Hágalo y aquí, entre tantos móviles y cámaras le aseguro que su frase quedó grabada para la historia.

—¡Usted es un malnacido!

—Y usted un patético mujercita que prefiere aprovecharse de las debilidades de las personas para generar un poco de dinero para costear lo que probablemente sean vicios y banalidades.

—Señor Vicenzo, ¿se siente mejor al defender el honor de su esposa?

—Son las acusaciones ciertas?

—En verdad están asistiendo a terapia de parejas? La revista...

¿Su honor?

¿a que demonios se referían?

Antonella no entendió absolutamente nada y se acercó a Vicenzo.

—Vamos. Anda al coche. Se hace tarde.

—¿Ves lo que lograste saliendo de jodido coche? —Vicenzo le preguntó con voz dura una vez que Demetrio pudo alejarse del tumulto de periodistas.

—¿Qué?

—Esto ha sido tu culpa. Mañana estará en todos los titulares.

—¡Tú has sido quien le pego al hombre! — exclamó Nella. —¿Es que acaso has perdido la cabeza? ¡Esto es todo obra tuya!

—Conduce Demetrio. No pares hasta que lleguemos al departamento.

Y así lo hizo el chofer.

Antonella se maldijo en su cabeza una y otra vez por haber salido del coche. El tenía razón en cuanto a eso, pero ella no deseó quedarse allí, seguir demostrándole a él y al mundo que ella necesitaba constantemente que le salvaran.

¡Caramba! Tan bien que se sintió al empujar a la mujer.

—¿A qué se refería el hombre? ¿Por qué razón le pegaste? — preguntó una vez que su maleta estuvo en la acera y Vicenzo le observaba fríamente. —¿Qué demonios pudo hacer que perdieras la paciencia?

—Muchas cosas hacen que pierda la paciencia, Antonella. Por ejemplo, tu y tus preguntas estúpidas, tú y tu falta de consideración a mi apellido y familia, tú y tu egoísmo para mudarte lejos de mí, lo suficiente para que toda Italia especulara sobre nuestro divorcio.

—¡Pero es que no hay razón para especular, Vicenzo! —chilló perdiendo la cordura. — Tu y yo nos estamos separando. No es un secreto. ¡Es lo que hay!

—No me digas qué hacer ni mucho menos que demonios pensar....

—No te estoy diciendo nada. Es un hecho. Nos separamos hace demasiado tiempo. —ella soltó un suspiro. —Esto no puede seguir. No puedes engañarte o intentar engañar al mundo por un capricho.

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora