Capítulo 4.

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Actualidad

No sé cuánto tiempo pasamos en el pasillo en silencio, pero para mí fue una eternidad.

-Hola.-Unai fue el primer en hablar. Yo parpadeé varias veces, volviendo a la realidad.

-Hola.

Lamine y Nico seguían peleándose en el cuarto, pero yo era incapaz de prestarle atención a cualquier cosa que no fuera la persona que tenía delante de mí.

-¿Cómo estás?

Me encogí de hombros.

-Bien, como siempre. ¿Y tú?

Unai tragó saliva.

-Bien.-hizo una pausa.-Escuché que te habías lesionado.-yo asentí.-¿Y cómo lo llevas?

-Ya estoy recuperado.-le dije.-Después de muchos meses de rehabilitación, he conseguido llegar a tiempo.

Unai sonrió levemente.

-Me alegro de que estés aquí.-respondió, y parecía sincero. Abrió la boca para decir algo más, pero entonces la puerta que había a su lado se abrió y Gavi apareció tras ella. Al ver a Unai tan cerca, se detuvo. Fue a decirle algo, pero entonces se percató de mi presencia al otro lado del pasillo y su rostro palideció.

-Eh... hola.-dijo volviendo la vista al portero del equipo. Este le saludó con un gesto de cabeza.

-Vamos, capullo, o llegaremos tarde.-a mi derecha, Lamine y Nico salían del cuarto. Nos miraron a los tres con el ceño fruncido.-¿Qué hacéis aquí parados como estatuas?

Yo solté el aire que había estado conteniendo sin darme cuenta.

-¿Eh? Nada.-tragué saliva.-Estábamos hablando.

-Pues a hablar por el camino, que llegamos tarde.-dijo Nico echando a andar. Dejé que Unai pasara por delante de mí y esperé a que Gavi llegara a mi lado para caminar junto a él. Ninguno dijo nada, pero en ese momento, podía sentir como estaba igual de tenso que yo.

La cena fue bastante bien. A pesar de que muchos de los compañeros con los que más relación tenía, como Ferrán o Dani, no llegaban hasta mañana, la noche estuvo entretenida. Cenamos algo preparado por un chef que tenía una cantidad de estrellas Michelin que no me molesté en escuchar y tuvimos a un DJ que se encargó de poner música mientras nos tomábamos una copa en la sala.

-Pero no os paséis.-nos había advertido Luis.-Mañana va a ser un día intenso.

Yo no estaba como para limitarme, así que preferí no llevar la cuenta de los cubatas que bebía. Además, tenía a Gavi para cuidarme. Desde que había empezado a salir con Leo apenas bebía alcohol, por lo que era el encargado de vigilar que no acabara en el suelo en cualquier fiesta.

-Tío, esta Eurocopa va a ser la hostia.-me dijo mi mejor amigo.-Lo presiento.

Yo tenía muchas ganas de viajar a Alemania y demostrar todo lo que habíamos mejorado estos últimos años, pero una parte de mí no quería que llegara el momento de estar allí y pasar un mes entero fuera de casa. Y sobretodo, con él.

-Pero si tú ni siquiera vas a jugar.-le dije dándole un sorbo a mi bebida. Por desgracia, Gavi llevaba unos meses lesionado y no había podido recuperarse aún, pero le había pedido a Luis que le dejara ir a Alemania con el equipo. Y él le había dicho que si, claro. Probablemente porque Gavi era su favorito del equipo.

No es que lo hubiera dicho oficialmente, pero estaba seguro que todos los jugadores lo pensábamos.

-Pero voy a estar ahí para daros apoyo psicológico.-contestó él.-Y un par de hostias si no jugáis bien.

Nos reímos y seguimos hablando hasta que Lamine se acercó a nosotros. Llevaba un vaso hasta arriba que apestaba a ron.

-¿Tú no eres demasiado pequeño para beber esto?-pregunté levantado una ceja. Él resopló.

-Tú también no, por favor.-dijo mirando al techo con exasperación.-No hace ni cinco minutos que me he echado el vaso y ya es la tercera vez que alguien me dice lo mismo.

Gavi se separó de mí para acercarse a él y rodearle los hombros con el brazo.

-Déjalo, es un capullo.-le dijo.-Tú haz lo que quieras.-hizo una pausa.-Pero que no se te olvide que a las doce tienes que estar metido en la cama.

Gavi y yo empezamos a reírnos como si no hubiera un mañana, y Lamine se soltó de su agarre, visiblemente enfadado.

-Sois dos idiotas.-nos dijo. Yo me estaba riendo tanto que ni siquiera podía levantar la cabeza para mirarle.  

En realidad, Gavi y yo nos metíamos con Lamine por puro vicio. Cuando nosotros dos entramos en la selección, yo tenía dieciocho y él, diecisiete, por lo que no había tanta diferencia con la edad que Lamine tenía ahora. Pero en ese momento los mayores habían bromeado mucho con el tema de nuestra juventud y ahora nos tocaba a nosotros ocupar su lugar. Estaba seguro de que en un par de años sería Lamine el que se reiría del próximo benjamín del equipo.

Después de un par de cubatas había empezado a desconectar de mis pensamientos y a disfrutar más de la noche. Estuve hablando con Nico y con Carvajal, poniéndonos al día de nuestras cosas, e incluso estuvimos recordando nuestros últimos partidos en Qatar. Todo eran risas, hasta que el tiempo fue pasando y uno a uno todos se fueron marchando de la sala. Gavi se fue también con la excusa de estar cansado, y yo decidí que haría lo mismo después de acabarme la copa que tenía en la mano.

Cuando miré a mi alrededor, solo quedábamos Álvaro, Rodri, Unai y yo.

Los dos primeros hablaban en un lado de la sala y Unai estaba sentado mirando algo en el móvil. Yo me senté al otro lado de la mesa, y al escuchar el ruido, levantó la mirada. Hizo una mueca a modo de saludo y yo le hizo un gesto con la cabeza.

Era bastante triste pensar en cómo habían cambiado las cosas entre nosotros. Todo lo que habíamos vivido juntos durante la Eurocopa pasada, todo lo que habíamos sentido... y ahora estábamos aquí, sin ser capaces casi ni de mirarnos a la cara.

No sabía si era culpa del alcohol o qué, pero de repente sentía muchísimas ganas de llorar.

-¿Alguna vez piensas en ello?-las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera pensar.

Unai frunció el ceño.

-¿En qué?

Joder, mañana me iba a arrepentir de esto.

-En lo que tuvimos.-confesé.-Y en lo que podríamos haber tenido si hubiéramos seguido juntos.

Unai parpadeó en mi dirección.

-No creo que sea el momento de hablar de esto.-apoyó los brazos en la mesa. Él siempre había sido el sensato de los dos, estaba claro.

Miró mi cubata y yo lo imité. Un segundo después, me estaba terminando todo su contenido de un trago.

-Ya, claro.-me puse en pie.-Se me olvidaba que para ti no tuvo importancia.

-Pedro...

-No, déjalo. No quiero volver a pelearme por esto.

Sin decir nada más, me marché de allí. Los ojos me escocían tanto por las ganas de llorar que no lo pude evitar: en cuanto llegué a mi habitación, cerré la puerta y solté todas las lágrimas que había estado conteniendo.

La suerte de tenerte. Unai + PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora