Capítulo 9.

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Tres años antes.

El partido contra Eslovaquia fue un completo éxito. Ganamos 5-0 y eso nos dio fuerzas para viajar a Copenhague y enfrentarnos allí a Croacia.

Había pasado más de una semana del partido contra Polonia y desde entonces Unai había estado ciertamente distante conmigo. Hablábamos de vez en cuando, pero ya no se acercaba tanto a mí y apenas había contacto físico entre nosotros. No sabía lo que le pasaba, pero algo me decía que tenía que ver con ese beso que habíamos estado a punto de darnos.

Cuando saltamos al terreno de juego en el Parken Stadion, el ruido era ensordecedor. Miles de aficionados se habían reunido esa tarde para vernos, y la presión para nosotros era cada vez mayor. Estábamos en octavos de final y poco a poco se empezaba a vislumbrar la posibilidad de llegar hasta el final del torneo.

El partido empezó con una mayor presencia de nuestro equipo en el área contraria. Tuvimos un par de ocasiones que acabaron en nada, pero sabíamos que quedaba mucho tiempo por delante y confiábamos en nosotros.

Hasta que la cagué.

Era el minuto 19 cuando recibí un pase en el medio del campo. Buscando escapar del jugador croata que me cubría en ese momento, me giré para cederla a Unai, que se encontraba en el borde del área. Descolocado, se movió rápidamente para alcanzar el balón, pero no calculó bien y este le golpeó en la parte exterior de la pierna, pasando por su lado y yendo al fondo de la red.

Todos nos quedamos en silencio.

Nuestro portero se echó hacia delante, apoyando las manos en las rodillas y agachando la cabeza. A unos metros, Eric le aplaudía, animándole a continuar. Yo tenía el corazón completamente desbocado y un sentimiento de culpabilidad que iba a ser difícil de quitar.

El partido siguió y conseguimos remontar ese gol en propia. A diez minutos del final, ganábamos 1-3. Antes del minuto 90, nos metieron un gol, y en el tiempo añadido llegó su tercero. Tras este último,  rostro de Unai estaba desencajado.

Pero si algo bueno tenía este equipo era que no se desmoronaba ante las adversidades. A pesar del empate, seguimos adelante y enfrentamos la prórroga con fuerza. Conseguimos meter dos goles más, y para cuando el árbitro pitó el final, el marcador anunciaba un 3-5.

Unai salió despedido del campo en cuanto terminó el partido. Yo estuve celebrando con el equipo y saludando a los croatas, y para cuando llegué al vestuario, sus cosas ya no estaban.

Esa noche algunos de los jugadores decidieron ir a cenar a un restaurante del centro de Copenhague, pero yo tenía un nudo en el pecho que no me iba a dejar disfrutar de nada, así que decidí quedarme en el hotel.

Cuando ya todos se habían marchado, salí de la habitación y llamé a la contigua.

Cuando Unai me abrió la puerta, su rostro era de absoluta tristeza.

-Hola.-saludé inquieto. El me miró expectante.-¿Cómo estás?

Suspiró.

-¿La verdad? Jodido.

Hice una mueca.

-¿Puedo pasar?

Él asintió y se echó a un lado, cerrando la puerta tras de mí.

-Hemos ganado.-le dije apoyándome en su escritorio y mirando cómo se sentaba en el borde de la cama.-Eso es lo importante.

-He estado a punto de hacer que perdiéramos.-respondió él pasándose una mano por el pelo.-Joder, la he cagado más que nunca.

-Yo también la he cagado dándote ese pase.-me puse recto y me acerqué a él.-Estaba a mucha distancia y era demasiado inesperado. Lo siento.

Unai levantó la cabeza y me miró.

-No es tu culpa.-dijo él.-Tú has hecho lo que debías. He sido yo el que no ha cumplido.

Imitándole tras el partido de Polonia, me agaché frente a él y me puse entre sus piernas. Le quité las manos de la cara para obligarle a mirarme.

-Has hecho un par de paradas que nos han salvado el culo. Y te lo repito, hemos ganado.-cogí aire antes de continuar.-Tú me dijiste que en el equipo somos once y la responsabilidad es de todos. Tú has fallado y el resto hemos luchado para darle la vuelta al marcador. Y lo hemos conseguido.-apoyé mi mano derecha sobre su mejilla.-Así que no tienes que darle más vueltas. Estamos aquí y hemos conseguido el pase para San Petersburgo.

Unai me miró en silencio durante unos segundos. Su mirada se clavó en la mía y yo sentí que el pulso se me aceleraba. De repente, era demasiado consciente de nuestra cercanía. De nuestras manos tocándose. De su rostro a centímetros del mío.

Por un momento, sentí como si la vida nos estuviera dando una nueva oportunidad, así que decidí aprovecharla.

Sin pensar, me incliné hacia él y le besé.

Cuando sus labios tocaron los míos, un puto ejército de mariposas se movía en mi estómago.

Unai tardó unos instantes en responder, pero finalmente su boca empezó a moverse contra la mía. Me puso las manos a ambos lados de la cara, como si tuviera miedo de que me fuera a separar, y yo gemí.

Cambié de posición, poniéndome recto y sentándome en su regazo. Unai siguió sin apartar sus manos de mí y el beso fue subiendo de intensidad. De repente, le estaba quitando la camiseta y él hacía lo mismo con la mía.

Cuando nuestros labios se separaron durante un instante, sus ojos brillaban.

-Joder.-me dijo recuperando el aire.-Me gustas demasiado.

Y, sin decir nada más, nuestros labios volvieron a unirse y pasamos la noche metidos en su cama. En esos instantes, lo único que podía pensar era en que no quería que la mañana siguiente llegara nunca.

La suerte de tenerte. Unai + PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora