Tres años antes.
Había pasado un mes desde que habíamos perdido aquella semifinal contra Italia en la Eurocopa, tras lo cual nos habían dado una semana de vacaciones antes de empezar a entrenar con la sub-23 para los Juegos Olímpicos de Tokio. Yo había aprovechado para volver a Canarias y estar con mi familia y con mis amigos. Unai, por su parte, se había marchado al País Vasco para hacer lo propio.
Durante esos días habíamos estado hablando de vez en cuando, manteniéndonos informados de cómo íbamos cada uno. Aún así, yo me moría de ganas por verlo de nuevo. Íbamos a estar otra vez varias semanas juntos y yo ya estaba deseando llegar a Tokio y pasar tiempo a su lado.
-Gracias por traerme.-le dije a Júlia, mi mejor amiga, mientras caminábamos por el aeropuerto. Ella sonrió.
Estos días apenas habíamos podido estar juntos, pues ella hacía solo dos días que había vuelto de su viaje a Grecia con sus amigas. Aún así, ayer por la noche habíamos cenado juntos en su casa y me había quedado allí a dormir. Habíamos pasado horas poniéndonos al día, le había contado como había sido jugar la Eurocopa y ella me había estado narrando su viaje y cómo se había enamorado de un griego con el que había hablado diez minutos en una discoteca.
Yo me moría de ganas de contarle lo de Unai, pero era tan reciente que quería esperar a ver lo que nos deparaba este próximo mes. Además, después de la foto nuestra abrazándonos que habían publicado los medios tras el partido de Italia, no queríamos levantar ninguna sospecha. Por eso, y aunque me dolía en el alma, tenía que guardar el secreto durante un tiempo más.
-No hay de qué.-respondió Júlia.-Pero no se me olvida tu promesa de que cuando vuelvas de los Juegos nos iremos de viaje juntos.
Yo asentí mientras arrastraba la maleta por el aeropuerto.
-Tienes un mes para decidir el destino.-la miré.-Te dejo que vayamos a donde te apetezca.
Tenía por seguro que su elección iba a ser algún lugar con playas y buenas fiestas, así que estaba tranquilo.
-Te enviaré un mensaje en cuanto lo decida.-me dijo ella.
Un par de minutos más tarde, llegamos a la puerta de embarque y ambos nos detuvimos. Júlia me miró con cierta tristeza y yo la abracé.
-Estaré aquí antes de que te des cuenta.-le dije apretándola fuerte. Ella carraspeó.
-Eso espero.-respondió.-No estoy acostumbrada a estar tanto tiempo sin ti, y no me gusta.
Yo sonreí y me separé un poco de ella, agarrándole la cara y dándole un beso en la mejilla.
-Te quiero.-la solté y agarré de nuevo mi maleta.-Cuídate. Nos veremos pronto.
-Vete antes de que me hagas llorar.-dijo ella golpeándome suavemente.-Ah, y yo también te quiero.
Sonreí en su dirección y finalmente me di la vuelta para dirigirme hacia la azafata que estaba revisando los billetes.
Dos horas después, aterricé en el aeropuerto de Madrid, donde cogí un taxi que me llevó a Las Rozas. Cuando entré al recinto, todo estaba vacío, así que me fui directo a la zona donde se encontraban los dormitorios. La chica de la recepción me dio la llave de la que sería mi habitación y yo fui al ascensor. Los nervios se apoderaron de mí al ser consciente de que estaba a escasos minutos de volver a ver a Unai. Él había llegado esta mañana, así que en cuanto dejara las cosas en mi habitación le llamaría para saber dónde estaba ahora.
O esa era mi idea, porque cuando el ascensor me dejó en la segunda planta, me dispuse a caminar hacia mi habitación, pero entonces escuché una puerta abrirse y mi corazón se disparó. Sin necesidad de girarme, sabía perfectamente que era él.
Me di la vuelta y me encontré a Unai parado en la puerta de su habitación, observándome. Por un momento, su rostro era impasible. Pero entonces pasaron unos segundos y su sonrisa fue apareciendo. Con la adrenalina corriendo por mi cuerpo, dejé las maletas en medio del pasillo y me lancé hacia sus labios, metiéndome en su habitación y cerrando la puerta a nuestra espalda. Unai me agarró de la nuca y profundizó el beso, haciendo que me temblara todo el cuerpo.
Mientras su lengua jugaba con la mía, le puse una de las manos sobre el brazo, notando sus músculos bajo mi tacto. Gemí contra sus labios y seguimos besándonos durante unos minutos, hasta que nuestro beso se fue ralentizando y nos separamos poco a poco.
-Joder, cómo te he echado de menos.-dijo deteniéndose un momento para acto seguido volver a presionar sus labios contra los míos en un pequeño beso.
-Yo también te he echado de menos.-le respondí apoyando mi frente contra la suya y sintiéndome demasiado vulnerable. No sabía lo que estaba pasando entre nosotros, pero tenía claro que no quería dejar de sentirme así nunca, y el pensamiento de que en algún momento lo que teníamos se pudiera romper, me generaba ansiedad.
Unai se separó de mí y se dejó caer sobre el colchón, estirando el brazo a modo de invitación. Yo me acosté junto a él, apoyando la cabeza en su hombro.
-¿Qué tal en Canarias?-preguntó acariciándome el pelo y dándome un pequeño beso en la frente. Yo me derretí ante el gesto.
-Bien, como siempre.-le besé brevemente.-¿Y tú en Vitoria?
Él suspiró.
-Bien.-contestó.-Intentando desconectar de lo que se viene.-miró hacia el techo.-Nos espera un mes duro.
<<Para mí, va a ser el mejor mes de mi vida.>>, pensé para mis adentros, pero no dije nada.
Nos pasamos las siguientes dos horas acostados en su cama hablando de él, de mí, de la selección y de todo aquello que se nos pasó por la cabeza, hasta que el rugido de nuestros estómagos nos obligó a salir de nuestra burbuja para ir a cenar.
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La suerte de tenerte. Unai + Pedri
FanfictionUn país entero aclamaba sus nombres, confiaban en sus estrellas, en su equipo. El objetivo estaba claro: ganarlo todo. Pero ellos no contaban con perder sus corazones por el camino. Tres años atrás, Unai y Pedri se conocieron durante los entrenamien...