Capítulo 10.

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Tres años antes.

Cuando desperté al día siguiente y vi a Unai durmiendo a mi lado, tuve la tentación de pellizcarme el brazo para despertar del sueño. Lo observé en silencio, mirando su torso desnudo iluminado por la luz que entraba por la ventana. No sabía cómo habíamos acabado aquí, pero de repente era el único lugar en el que quería estar.

-¿No me estarás mirando mientras duermo?-preguntó con voz adormilada y aún con los ojos cerrados. Yo cerré los míos automáticamente.

-¿Mmm?-traté de disimular. Los abrí lentamente, y él ya me estaba observando.-Me acabas de despertar.

Unai rió.

-Mientes fatal.-me dijo girándose y apoyando su cabeza en mi hombro. Yo le di un beso en la coronilla y le acaricié la mejilla con la mano.

Nos quedamos en silencio durante un rato, disfrutando de nuestra compañía.

-¿Cómo hemos acabado así?-preguntó finalmente contra mi hombro. Yo sonreí.

-No lo sé.-respondí de manera sincera.-Pero no me importaría acabar así más veces.

Unai sonrió y levantó la cabeza para mirarme.

-Esto va a ser complicado, lo sabes, ¿verdad?

Claro que lo sabía. Mientras él había estado durmiendo, yo no podía parar de pensar en cómo cojones íbamos a continuar con esto.

-Nunca me han gustado las cosas fáciles.-le dije levantando una ceja. Él se rió y negó con la cabeza. Entonces se acercó lentamente a mí y me besó. Fue un beso lento, calmado, que provocó que mi corazón comenzara a ir a mil por hora.

Unai se incorporó un poco sin dejar de besarme y apoyó una de las manos en mi pecho. Yo puse la mía en su nuca, apresándolo contra mi.

Justo cuando el beso se estaba intensificando, alguien aporreó la puerta.

-¡Unai! ¿Todavía estás en la cama?-la voz de Iñaki nos sobresaltó, haciendo que nos separáramos.-Levántate y vamos a desayunar, que tengo hambre.

Unai gimió contra mi pecho.

-Ve yendo tú.-le respondió.-Ahora te alcanzo.

El suspiro de mi compañero de equipo se escuchó al otro lado de la puerta.

-Date prisa, capullo.-respondió y yo sonreí.

-Creo que es mejor que me vaya.-dije en un susurro. Unai se volvió a acostar en el otro lado de la almohada y miró al techo.

-Joder.-es lo único que dijo. Después de eso, los dos nos pusimos en pie y, tras unos cuantos besos de despedida, salí por su puerta directo a mi habitación.





Los días fueron pasando y por fin llegó el partido contra Suiza. El público en San Petersburgo animaba principalmente a nuestros rivales, así que tuve que hacer mucho esfuerzo mental para no dejarme influenciar por los pitidos que nos dirigían.

Justo antes de que sonara el silbato que anunciaba el inicio del partido, miré a la portería. A pesar de la distancia, veía perfectamente su rostro. Unai me guiñó un ojo y yo asentí. Ahora, esa era nuestra forma de desearnos suerte.

Habían sido una semana muy intensa para nosotros. Solo habían pasado cinco días desde que nos habíamos besado por primera vez, pero no habíamos desaprovechado ninguna oportunidad desde entonces. Nos habíamos pasado los ratos libres metidos en su habitación y habíamos tenido que empezar a disimular las nuestras de afecto delante del resto. Teníamos algo que era solo nuestro y eso lo hacía aún más especial.

Volví al partido cuando escuché el pitido del silbato. En la primera parte, destacamos en ataque, con un rival que se encerró en su mitad del campo. Marcamos el primer gol en el minuto ocho, y creímos tener la victoria hasta que fueron ellos los que encajaron en nuestra portería en el sesenta y siete. Cuando el balón tocó la red, la cara de Unai era de decepción.

Llegamos a la prórroga y los marcadores se mantuvieron iguales hasta el minuto ciento veinte. Entonces el árbitro pitó el final y todos en el equipo nos pusimos tensos.

Decidir el resultado del partido con penaltis era muy jodido.

Mientras Luis Enrique dictaminaba el orden en que tiraríamos, me situé al lado de Unai y uní nuestras manos en su espalda. Le di un apretón y él respiró a mi lado.

-Nos vas a llevar a la semifinal.-le dije en voz baja para que solo me escuchara él.

Unai miró en mi dirección y casi sonrió.

Esta vez fui yo quien le guiñó el ojo.

Diez minutos después, me lanzaba a abrazarlo gritando. Había parado dos penaltis y nos había dado el pase directo a Londres.

-¡Eres la hostia!-le dije abrazándolo con fuerza. Me separé de él y le puse ambas manos a los lados de la cara.-Joder, eres una puta máquina.-estaba tan feliz por él que me sentía lleno de orgullo.-Hemos ganado gracias a ti.

Unai sonrió y se mordió el labio. Justo cuando iba a decir algo, Ferrán se lanzó sobre él.

-Joder, Unai, si no fuera porque tengo novia te daría un morreo ahora mismo.-dijo él, y Unai soltó una carcajada. Yo los miré sonriendo desde un lado, y entonces alcé la cabeza para mirar al cielo.

Dudaba que alguna vez en mi vida fuera a ser capaz de alcanzar este grado de felicidad.

La suerte de tenerte. Unai + PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora