Capítulo 22. POV Unai.

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Cuarenta y tres.

Ese era el número total de partidos que había jugado con la selección absoluta desde que debuté en el año 2020.

Cuarenta y tres partidos superados y, aun así, seguía sintiendo tantos nervios como el primer día.

Saludé a los jugadores del equipo alemán en el túnel de vestuario mientras me colocaba en mi lugar correspondiente en la fila de nuestra selección. Era el partido de cuartos de final y yo estaba jodidamente acojonado. Como siempre que salía al campo, para ser honesto.

Estaba tan metido en mis pensamientos que tardé un segundo de más en notar la mano que se cernía sobre mi muñeca. Cuando me giré, Pedro me miraba preocupado.

-Nos vas a llevar a semifinales.-dijo en un susurro la frase que se había convertido en mi favorita estas últimas semanas. Yo cogí aire, llenándome el pecho, y traté de sonreír.

-Gracias.-es lo único que respondí. Él me guiñó un ojo y, tras darme un pequeño apretón en la muñeca, se colocó en su lugar en la fila.

Cuando salimos al campo, los aplausos para el equipo alemán se perdían bajo el ruido ensordecedor provocado por los pitos hacia nuestra selección. Jugar contra el equipo anfitrión unos cuartos de final iba a ser jodidamente complicado.

Mientras Álvaro participaba en el sorteo inicial del partido yo me fui directo a mi portería. Pasé por al lado de Pedro, que me miró con rostro serio. Sabía que estaba igual o incluso más nervioso que yo. Pero, para ser sincero, tenerle en el campo me daba mucha confianza, por lo que, a pesar de la dificultad del encuentro, me sentía seguro estando cerca de él.

El árbitro pitó el inicio y yo me moví de un lado a otro de la portería, tratando de calmarme. Pocos segundos después, recibí en mis manos un balón por parte del equipo alemán, y respiré un momento antes de pasarla a los nuestros.

Dos minutos más tarde, a Pedro le llegó el balón en nuestro lado del campo y lo empujó hacia delante, tratando de librarse de Kroos. Pero este metió el cuerpo por en medio y lo levantó en el aire, haciéndole caer con un grito de dolor.

Mi corazón empezó a latir desbocado en mi pecho mientras daba unos pasos hacia delante tratando de ver mejor lo que ocurría. Pedro seguía tendido en el suelo, con algunos jugadores de nuestro equipo alrededor mientras la asistencia sanitaria recorría el campo. El barullo de personas no me permitía ver lo que ocurría, así que me dediqué a caminar de un lado a otro del área para tratar de tranquilizarme. Joder, acababa de salir de una lesión muy jodida y estaba muy ilusionado con esta Eurocopa. Tenía que estar bien.

Tras unos instantes las asistencias salieron el campo y nuestro centro se reincorporó al juego. Yo suspiré aliviado, pero la tranquilidad duró poco. Menos de un minuto después, se tiraba al césped llorando y llevándose la mano a la pierna. Yo sentí su dolor como si fuera el mío.

Con el corazón en un puño, me dispuse a salir del área para acercarme a él, pero a medio camino alguien me puso la mano en el pecho, deteniéndome.

-Ahora no, tío.-me dijo Nico, que no sé de dónde coño había salido, pues era delantero y estaba casi en nuestro área. Yo lo miré con desolación.-Nos quedan noventa minutos por delante. Céntrate.

Este crío de mierda...joder, tenía razón.

Asentí y me volví a mi portería, luchando contra las lágrimas que amenazaban por salir al escuchar el llanto desconsolado de Pedro. Cuando las asistencias le acompañaron fuera del campo, los compañeros salieron del banquillo a recibirle. Especialmente Gavi, que le rodeó con el brazo mientras le acompañaba a sentarse. Yo cogí aire, sacudí la cabeza y traté de concentrarme lo máximo posible en los siguientes cuarenta y cinco minutos.

En el momento en que el árbitro pitó el final de la primera parte, yo era un manojo de nervios. Eché a correr hacia fuera del campo con el corazón latiéndome con fuera en el pecho. A mitad del primer tiempo había visto como Pedro se metía hacia el túnel de vestuario, así que fui hacia allí, asomándome una a una por todas las puertas que vi, hasta que lo encontré.

Estaba sentado sobre una camilla, con un bloque de hielo apoyado en una rodilla y mirando hacia la pared. Como si pudiera sentirme, se dio la vuelta hacia mi.

-Hola...-le dije en un tono bajo. Me acerqué a él con cautela y sentí un nudo en el estómago cuando me miró. Sus ojos estaban rojos y hundidos.

Cerré la puerta tras de mí y, tras asegurarme que no había nadie más en la sala, terminé con la distancia que nos separaba y le rodeé con los brazos. Él se hundió en mi pecho y empezó a sollozar de nuevo.

-Otra vez no...-dijo él con la voz rota. Yo me aparté una lágrima que me caía por la mejilla sin que se diera cuenta.

-¿Qué te han dicho?-se separó de mí y miró su rodilla.

-Posiblemente sea un esguince interno.-respondió, y yo hice una mueca.-Me lo confirmarán después del partido.

Suspiré y le agarré de la nuca, acercándome él para darle un beso en la cabeza. Pedro se apoyó contra mi hombro y pasamos los siguientes minutos así, abrazándonos en silencio.

Más de una hora después, el árbitro anunciaba el final del encuentro en el Stuttgart Arena. Todos los jugadores de nuestra plantilla se lanzaron al campo, chillando emocionados. Yo saludé al equipo contrario y fui a unirme a la celebración, no sin antes chequear todos los alrededores, comprobando que Pedro no había vuelto al campo.

Estaba feliz de haber ganado, pero una pequeña parte de mí no podía evitar sentirse incompleta al saber que tendría que terminar este campeonato sin él brillando a mi lado.

La suerte de tenerte. Unai + PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora