#Capítulo 30 🖤

4 0 0
                                    

Luz

Existen cosas a las que nos enfrentamos aun sintiendo miedo. Miedo a un beso que puede ser rechazado, a un silencio en el momento equivocado, a una palabra incorrecta o una mirada perdida que no es para nosotros.

Y mi mayor miedo, estaba ocurriendo justo en su compañía.

Miedo a la desnudez, a los defectos de mi cuerpo, a sentirme vulnerable sin las armas que me ayudan a protegerme. Miedo a la observación detallada, a la exposición de lo oculto, a las cosas que no me gustan de mí. Miedo de ceder lo que me parece tan mío, que por ende me cuesta trabajo poder entregar.

Y tal vez estaba segura de que no se trataba solo de desnudarse. Estaba segura de que allí dentro con él, esta vez no era intimidad, porque podía ver en sus ojos que ese no era el motivo.

Pero era culpa mía, llevaba años escondiendo mi cuerpo en ropa ancha, para no incomodar o dar una mala impresión de el. Y aunque el tiempo pasaba y mi cuerpo cambiaba, no podía encontrar la aprobación, no podía aceptarme como alguien bonita u digna de mí, porque estaba flaca, tan delgada que en un espejo no parecía atractiva.

Y eso no iba a cambiar, al menos no dentro de mi cabeza.

-

¿Cómo le dices a un hombre que le temes mostrar la piel? ¿Cómo le explicas que no sientes seguridad? y ¿Qué los complejos te llevan a no querer ser vista?

Cuando los ojos de alguien anhelan ver más de ti, y las palabras se quedan mudas esperando que algo bueno ocurra.

Me quite las excusas, la ropa y tape los miedos como si me tuviera que proteger de mí misma, de mi mente y todo lo que él fuese a pensar de mí.

Porque así me sentía, cuando paramos en medio de un mirador, con el aire caliente secándonos la piel y también la ropa. Solos en la nada, en ropa interior, acompañados de silencios incomodos y algunas estrellas en el alto cielo azul. Sintiendo la tensión en las miradas de reojo, que en algún momento se iban a convertir en algo más. En una conversación con verdades crueles, en un viaje sin retorno que haría que Patrick no me viera nunca más igual.

-

¿Por qué te ocultas de ese modo?

No lo hago. Mentí, abrazando mis piernas como si ese fuera el único punto seguro para mí, como si eso me protegiera de las miradas, y el frío que me calaba a ratos la piel.

-Claro que lo haces, te estas tapando como si no fueras suficiente, con vergüenza.

Y si no me siento suficiente ¿Cuál sería el problema?

- Pues no habría problema Lu, entendería mejor si fueses siempre más directa.

Mantuve la mirada afuera del coche, intentando evadir todo lo que pensaba, lo que creía que era yo, lo que suponía que vería de mí.

- Si quieres yo puedo darte espacio sabes puedo vestirme, voltearme o salir...

No...

¿No?

No hace falta que te vayas, todo está bien Patrick.

-Te siento muy incómoda, solo estoy tratando de ayudarte.

Pero estamos en la misma situación, además afuera hace frío, tu ropa tan poco se ha secado.

- No tienes nada que ocultar Lu.. tú siempre te ves bonita.

-

Intente relajarme un poco y sentarme de manera normal en el asiento del copiloto, enfocando mi mente solo en su compañía, en su cuerpo y en cada cosa que me decía haciendo que confiara más en mí.

Patrick

Era blanca, delgada y su ropa interior combinaba perfectamente.

No entendía por qué sus brazos y piernas se protegían de esa manera, cuando su cuerpo lucia tan bien. Mucho menos comprendía porque su mirada estaba perdida en el exterior, y no en mí cuando estábamos en la misma situación.

Su rostro no me miraba, me evadía como si fuese un problema el estar ahí juntos.

Y yo que moría por descubrir cada espacio de ella, cada minucioso detalle que la hacía mujer.

Entendía que para poder conversar y sobre llevar las horas allí, de partida debía hacerla sentir relajada y confiada a mi lado, incluso en momentos cuando estamos más vulnerables. Y no lo estaba consiguiendo.

Esta era una de esas ocasiones donde sentía que la ayuda que yo podía entregarle se escapaba de mis manos.

Que lo que dijera solo podía arruinarlo todo, que estaba aterrada y tal vez su boca no me lo decía, pero su cuerpo y lenguaje corporal me lo dejaban claro.

-

Entonces me acerque, sabiendo que eran más los contras, los que podía encontrarme. Me acerque queriendo besarla, queriendo relajarla, y ayudarla.

Y aunque era solo un movimiento suave, era lo único que vibraba dentro de mí en ese momento. Y también moría de miedo, miedo de no poder tocarla, de perderme la posibilidad de encontrar de nuevo sus labios. Miedo de no ser suficiente, de no hacerla sentir suficiente.

Porque Luz brillaba sola y también acompañada de la noche, ella era "el todo" de un sentimiento que crecía cada vez más, que me hacía temer de mí, de no controlar ese deseo insaciable, de esa atracción. Miedo de hacerle daño, o de fallarle simplemente por no entender cuando su cuerpo necesita más de mí.

-

Y me respondió, fue un beso dulce, sutil. Una caricia leve por mi mejilla recorriéndome junto con sus manos suaves, que se deslizaban  por mi cuello y el camino de mi cabello. Fue un beso que se profundizo en un escalofrió que me subió despacio y se centró en mi entre piernas, sintiendo una electricidad, que solo ella despertaba en mí, y que esta vez me gritaba que no la debía soltar, que ya nunca más deberíamos dejar pasar tantos momentos sin besarnos. 


LA CHICA DEL TORDO [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora