#Capítulo 31 🖤

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Luz

Hay aves que se ocultan del mundo en los árboles por miedo a ser casadas, como también hay besos que se pierden en los labios por no estar seguro de darlos. Hay veces que lo mutuo es sano, como para querer entregarnos sin tanto pensarlo a un latido, un abrazo, un sentimiento o una persona.

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Y ahí estaba yo, en ese pequeño espacio que nos separaba en el coche. En esos asientos delanteros que parecían incomodos, pero con el roce de sus labios, se sentían cada vez más seguros y estables.

Donde las ventanas nos dejaban ver, pero las verdaderas miradas las hacíamos nosotros.

Alejados en un mirador, solos ocultos en la noche, como lo hacen las aves del mundo.

Y ahí estaba él, con el contra luz perfecto que me permitía ver cada uno de sus rasgos, de una manera más profunda, detallada.

Entonces solo podía pensar en dos cosas, primero en lo bonito que eran todos sus detalles, todas esas curvas y formas, que lo hacían ser él, los cuales dejaban en completa evidencia el hecho de que Patrick me gustaba, mucho más de lo que yo misma creía.

Y, en segundo lugar, el deseo que se escondía en cada una de sus miradas llenas de picardía, que se quedaban clavadas en mí, observándome de la misma forma en la que yo lo miraba.

Porque no era solamente una noche cualquiera, era una donde los miedos se desvestían solo para él, eran esos pensamientos recurrentes que siempre estuvieron presentes, pero que nunca fuimos capaces de hablar porque no se dio.

Esos casi besos, casi caricias, casi algo que siempre nos dejaban a medias, que esa noche, en ese momento cobraban sentido y eran un todo por todo. Un complemento que siempre estuvo ahí, pero que nunca tuvo el tiempo de terminarse para los dos, porque siempre pasaba algo, algo que nos alejaba y nos costaba mantener a flote.

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Donde se colaban las estrellas, no las que solemos mirar de noche, sino aquellas que florecían por el simple roce de sus manos deslizándose por mi cuerpo, las que desataban mi cordura.

Tal vez la carne siempre desea un poco más de piel, y yo en esa noche solo deseaba un poco más de él. Para amarlo, adorarlo y no olvidarme nunca más de que el tordo de mis sueños, se colaba en un cuerpo de hombre que moría por aclamar como mío.

Nos entregamos, nos dejamos explorar y sentir más allá de lo estipulado, y tal vez fue reciproco, el sentimiento de amarnos y eso hizo que todo eso se sintiera más que especial e íntimo.

Patrick se volvió mi sombra, mi punto de refugio y el lugar seguro donde incluso estando vulnerable entregándole lo más íntimo de mí, parecía sentirse como algo normal.

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Cuando abrí los ojos en la mañana, mi cuerpo estaba tapado con su polera, estábamos en los mismos asientos delanteros del coche, pero con un sol radiante que avisaba la presencia de un nuevo día.

Patrick tenía solo un bóxer puesto, y estaba justo a mi lado aun descansando, por lo que dejaba al descubierto lo blanca que era su piel, lo bonito que eran las aves tatuadas en sus brazos anchos que nunca había visto con total atención. 

Su rostro estaba levemente girado, y su asiento reclinado hacia atrás.

Y yo no necesitaba más, había sido una noche totalmente nuestra y estaba totalmente segura que después de esto no existía nada que lo pudiese arruinar.

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Buenos días, dije besándole suavemente la mejilla.

Su rostro expreso una leve sonrisa, y sus ojos se fijaron en mí.

-Buenos días ¿Qué hora es? respondió el estirando su cuerpo en el pequeño espacio del asiento.

Mire mi celular.

Son las diez un cuarto.

-Debemos volver a la facultad antes del mediodía, sino hay sí que estaremos en un problema grave.

Sí losé, es hora de volver, aunque no se si este totalmente preparada para el castigo que nos espera allá.

-Tú tranquila, no dejare que te pase nada malo, esta fue mi idea, al fin y al cabo.

Sí, pero yo también quise venir contigo, así que tengo mi parte de culpa también.

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Nos vestimos con la misma ropa que aún se encontraba un poco húmeda, encendimos el aire acondicionado para no sentir frio en la piel. Y antes de marcharnos del mirador, aprovechamos de estirar un poco las piernas paseando, observado los alrededores del lugar.

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Fue mágico, especial, sentir la calma entre sus brazos, sin nadie que nos dijera que estábamos haciendo algo que rompe las reglas. Fue un beso largo sin inocencia, y mirar la ciudad desde la altura, como si el mundo fuese nuestro y esta vez hubiésemos ganado algo importante. Quizás no un premio, pero si tiempo juntos, momentos imborrables que me harían recordarlo cada vez con más amor, como la aventura más bonita que he tenido.

El breve caos que desata la locura, la creatividad y el amor por un ave que se cuela en mi mente, el que me hace escribir un libro que a lo mejor no lleva precisamente su nombre, pero si se trata de él.

El cual me demuestra que aún existen las posibilidades de vivir algo bonito, incluso cuando creías que habías llegado al límite en el cual el corazón ya no siente. 

LA CHICA DEL TORDO [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora