Mateo.
1 día antes
La admiré mientras se reía mostrando sus dientes y le brillaban sus ojitos, como si le hubiera tirado el mejor chiste del mundo.
Sonreí, contagiado por su alegría.
— Erí' muy chistoso. —Se mordió un labio y tiró de mi mientras nuestras manos seguían unidas para subir los escaloncitos hacía la casa. Se detuvo antes de entrar y se volteó a mirarme sonriente. — Oye.
— ¿Mmh? —La miré desde el escalón de abajo, casi como si estuviera hipnotizado por tenerla frente a mi.
— Gracias por llevarme ahí. Es el lugar más lindo que he visto nunca, te lo juro. —Soltó mi mano para rodear mi cuello con sus brazos.
— ¿De verdad?
— Sip.
Sonreí sintiéndome rebosante de felicidad al verla así, tan contenta. Es como si el hecho de que estuviera así de feliz triplicara su belleza y no podía hacer otra cosa que mirarla como hueón.
Un hueón muy afortunado por cierto.
Deposité un beso en su mejilla, la cual estaba tibiecita y roja, de seguro porque no se había puesto el bloqueador como siempre.
Volví a mi posición inicial y ella aprovechó de robarme un piquito, cosa que me encantaba que hiciera.
— Ya, entremos. —Se soltó de mi y terminó de subir los escalones hasta la puerta. La quedé mirando desde abajo, con la cabeza inclinada, descansando el cuerpo en uno de los escalones. Volvió a mirarme y sonrió de forma coqueta. — ¿Qué?
— Nada. —Se me salió una pequeña sonrisa también.
Preciosa. Simplemente preciosa.
— ¿Tu tienes la llave? —Apoyó su espalda en la puerta, esperando a que subiera.
— Si.
Subí los escalones restantes y la tomé de la cintura para correrla un poco para así poder abrir la puerta. Puse la llave y antes de poder entrar, la acerqué a mi y le dí un beso, que ella no tardó en profundizar.
Juro que no me iba a cansar nunca de todo lo que es ella.
Me encantaba.
La miré y ella simplemente volvió a sonreír, tierna y dulce como siempre que se encuentra alegre.
Me incliné para acercarme a su oído, aún teniendo una de mis manos agarrando su cintura.
— Te quiero mucho, Camila. —Susurré.
Ella soltó una pequeña risita y se puso de puntitas para acercarse a mi oído esta vez.
— Yo también, tonto.
Sonreí.
Abrí la puerta y entramos a la casa, yo por lo menos sintiéndome por los cielos. Esperaba que ella también.
— Llegaron. —Apareció el Rodrigo, caminando hacía a mi.
— No. —Lo hueveé.
— Andai chistoso. —Se acercó y me dió una palmada en el hombro. — Oye, ¿me acompañai? Tengo que conversar algo importante contigo. —Miró a la Mila y a nuestras manos que estaban unidas. — Espero que no te moleste que te lo robe un ratito. —Le dijo. Ella soltó mi mano e hizo un gesto para que prosiguieramos.
— Todo tuyo. —Le sonrió con cordialidad, aunque sus mejillas se habían puesto levemente más rojitas de lo que ya estaban. Me dió una última mirada divertida y subió las escaleras. Quedé mirando como se iba por ellas hasta que sentí un golpe en la nuca.

ESTÁS LEYENDO
Summer love [chilensis]
Roman d'amourUnas vacaciones de verano junto a tus mejores amigas en la casa de la playa del primo de una de ellas pueden ser el motivo perfecto para encontrar un 'summer love', pero la Mila no anda en esa onda, además, un amor de verano ya sonaba utópico po, ¿o...