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Mis pies sintieron el contraste de la temperatura del agua con el de la arena al momento de pisarla, pero no me percaté de lo caliente que estaba el suelo, porque solo tenía en mi mente correr lo más rápido posible del Nacho.

— ¡Ni se te ocurra! —Exclamé, apuntándolo.

— ¡Oh, que está hirviendo la arena! —Dijo una vez su pie tocó la superficie y por consiguiente, retrocedió hacía el agua.

— ¡Ja! —Me burlé a unos metros de él y seguí caminando apurada hacía donde se encontraba el puesto con nuestras toallas.

— Oye, el Nacho está torturando a tu futura esposa, haz algo. —Le dijo el Pipe al Mateo.

El Mateo abrió los ojos y se incorporó rápidamente sobre la toalla donde había estado descansando después de haber pasado un largo rato jugueteando conmigo en el agua.

— ¿Qué pasó?

— Tu amigo me quiere tirar un pescao muerto en el pelo. —Le hablé entre risas nerviosas.

El Mateo se rió y abrió sus brazos para recibirme en su puesto. Me senté en el espacio que me hizo entre sus piernas y dejé que me envolviera en su abrazo.

El Pipe, que se encontraba bronceandose mientras sapeaba a su alrededor, nos quedó mirando con una sonrisa dulce, que me hizo sentir algo cohibida, por lo que preferí hacer caso omiso y hacerle burla desde mi lugar al Nacho, que me estaba haciendo lo mismo a mi desde el agua junto a la Palo y la Coni.

Sentí el pecho del Mateo apegarse a mi espalda en el momento en que se acomodó para que ambos admiraramos el atardecer que se expandía frente nuestro.

Por fin podíamos estar juntos sin sentir que debía esconderme, sus amigos aparte de reaccionar ante la noticia de que estábamos intentando algo con el Mateo tal como si les hubiéramos dicho que nos ganamos el loto, se han encargado todo el tiempo de reafirmar lo bien que nos vemos juntos y que todo este tiempo estuvieron esperando que nos diéramos cuenta que nos gustabamos, lo que de cierta manera me hacía sentir aún más segura de seguir adelante con ésto.

Menos mal en el momento en que les contamos no se encontraba presente el Joaquín, a quién después de ese día en la casa del Mateo no habíamos vuelto a ver, como si de una momento otro la tierra se lo hubiera tragado. Sabía que su existencia seguía estando presente, pero por el lado de los demás chicos, en referente al Mateo y a mi, no.

— Oigan, ¿será que me querrán adoptar?

Los dos miramos al Pipe tras su pregunta.

— No, porque estái pasao a poto. —Respondió el Mateo, negando con su cabeza por lo que pude ver de reojo.

Su amigo alzó una ceja ofendido. — Mejor no me adopten, no quiero un papá así de denigrante.

— Ni yo un hijo que no se lava.

— Oye, yo si me lavo, culiao, qué te pasa.

— A dónde, mira, hasta sale una estela de olor a peo. —Lo apuntó.

Me empecé a cagar de risa con las caras cada vez más indignadas que ponía el Pipe, haciendo que segundos después ellos también se contagiaran.

— Ya oh, si tu sabí que es mentira, hermanito mío. —El Mateo le tiró un sonoro beso.

El Pipe hizo una mueca de asco, pero no se demoró nada en incorporarse y hacer como que se le acercaba para darle un beso.

— No te como la boca solo por respeto a la Mila. —Le dijo acompañando su frase con un guiño de ojo.

— Ya, no te pongái coqueto. —Contestó el Mateo con cierta picardía.

— Huelo la tensión sexual aquí. —Comenté, inhalando el aire exageradamente.

Summer love [chilensis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora