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Los latidos de mi corazón se aceleraron aún más de lo que ya estaban. Mi cabeza se llenó de dudas que se acallaron al momento de fijar mis ojos en los del Mateo y fue como si ambos nos perdiéramos en el anhelo de terminar con la distancia entre nosotros. El agarre de su mano en mi pulsera se hizo suavemente firme y se acercó hasta el punto en que nuestros pechos que aún se movían agitados chocaron y pudimos ceder para unir nuestros labios en un beso.

Toda esa tensión que se había colocado entre nosotros se disolvió y ni siquiera me importó la inexperiencia de besar, sino en lo que estaba sintiendo; en las mariposas que revoloteaban sutilmente en mi interior y en esa sensación tan agradable que se posaba en mi pecho.

Subió su otra mano hacía mi mejilla y sentí como la acarició con sus nudillos y luego la llevó hasta dejar un mechón tras mi oreja al mismo tiempo en que yo dejaba una de mis manos reposadas en su pecho solo por el simple hecho de sentirlo cerca.

Me recorría un escalofrío por la espina dorsal y dudo que fuese simplemente por la brisa del agua.

Nos separamos lentamente y sentí mis mejillas entibiarse. Cuando cruzamos miradas, no pude mantenersela y tuve el impulso de reír. Él lo notó y sonrió.

— ¿Qué pasó? —Preguntó divertido.

Miré hacía la playa y luego fijé mi vista en mi mano que se había puesto a juguetear de manera inconsciente con la tela de su polera en la zona de su pecho.

— Me da vergüenza. —Solté con una risa adicional.

Él también se rió suavemente y volvió a juguetear con ese mechón detrás de mi oreja en tanto sus dedos seguían aferrados a mi pulsera.

— Ven. —Dijo llevándome junto a él y lo seguí en silencio.

Comenzamos a caminar hacía el arena y cuando estuvimos en una posición perfecta para apreciar el atardecer, el agüita y donde no hubiera tanta gente, nos sentamos.

— ¿Te acordái que ayer te dije que habláramos cuando estuvieras más... Consciente? —Comenzó a hablar.

— Si... —Lo miré.

— Quería hablar contigo el otro día y no lo hice porque creí que tu estabas en otra parada, sobre todo por las cosas que hablamos en el catamarán. —Me miró. — Pero ayer... Sentí que había algo entre los dos. —Volvió a tomar mi pulsera para ponerse a juguetear con ella. — Aunque tengo que admitir que sobrepensé harto si era yo el que me estaba pasando rollos o no.

Me reí y negué con mi cabeza. Se me quedó mirando y sonrió.

— Mila, ¿te acordái cuando me preguntaste si me interesaba alguien? —Asentí con mi cabeza. Me miró detenidamente.— Esa persona eres tú.

Sentí que mi corazón latía con frenesí.
Sobre todo por lo que iba a atreverme a hacer.

— A mi me pasa lo mismo contigo, Mateo. —Admití, sintiendo que mis palabras impactaban en mi interior, porque estaba por fin confesando en voz alta aquello que me estuve negando.

Pude notar el alivio cruzar por su expresión.

— Te hacíai la lesa nomás. —Me acercó hasta él para empezar a hacerme cosquillas.

— ¡Córtala! —Lo reté entre risas, empujándolo. Me abrazó de la cintura, ignorando mis manotazos y me apegó a él, sonriendo mientras me miraba.

— ¿Te hubierai imaginado esto hace unos años?

— No, la Mila de esos tiempos no podría creer que se dió un beso con el primo hediondo de su mejor amiga. —Arrugué mi nariz.

Summer love [chilensis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora