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— ¡Por fin llegaron! —Suspiró exasperadamente mi amiga en cuánto traspasamos la puerta. — ¿Fueron a hacer la hueá o qué onda?

— Lo importante es que llegamos, avestruz. —Dijo el Mateo llevando las bolsas a la mesa. — ¿Con eso está bien?

La Paloma se puso las manos en las caderas para inspeccionar el contenido de nuestra compra.

— Si. —Nos miró aún haciéndose la seria. — Gracias.

— Llegaron los tortolitos. —Apareció la Coni bajando las escaleras, ya arreglada al igual que la Paloma. — Se demoraron un mundo.

— Es que había caleta de gente.

— Es que no nos pescaban los vendedores.

Excusamos al mismo tiempo y nos miramos rápidamente al percatarnos de la poca sincronización.

— Si po. Los vendedores casi ni nos pescaban donde había tanta gente. —Chamulló el Mateo, intentando unir los cabos sueltos de nuestra mala mentira.

— Si. —Hice mi súper aporte.

Ellas solo se limitaron a observarnos como si algo no les cerrara, pero tampoco entré a preocuparme porque no tendrían porqué sospechar de algo, no éramos tan evidentes. Creo.

— Ya. Vayan a arreglarse pa' que alcancemos a llegar. —La Palo hace un aplauso para que reaccionemos.

— Si, si.

Subimos corriendo las escaleras y cada uno se fue por su lado a arreglarse para el cumpleaños de la Denise y el Pipe que están organizando los chiquillos, metiéndonos entre medio la Coni y yo. Al parecer los mellizos eran bastante conocidos, porque el cumpleaños iba para grande. El Joaquín y el Mateo se habían encargado de pedirle la casa a los papás de los chicos, quiénes cedieron sin problema y la Paloma de ahí en más se encargó de invitar a toda la gente posible.

Aún siendo temprano, la Palo nos había aconsejado llegar arregladas allá, porque preparando las cosas no nos daría tiempo y en cualquier momento el Nacho llegaría con el Joaquín y la Denise, a quién habían usado como señuelo para distraer a los cumpleañeros. De hecho, nos encontrábamos con los últimos detalles de la preparación en la casa cuando la gente comenzó a llegar. De ves en cuando e inevitablemente, compatíamos miradas con el Mateo, sonreíamos como tontos y luego seguíamos con alguna tarea asignada por la Paloma que nos tenía bajo su dictadura.

— ¡El Nacho me está diciendo que el Pipe se está cagando y quiere volver a la casa! —El Mateo exclamó a través de la música alta para que nosotras que estábamos recibiendo a la gente en la puerta lo escucharamos.

— Puta la hueá. —La Paloma miró a su alrededor. — ¡Ya, dile que se los traiga nomás! —Le gritó de vuelta. —Si igual está todo listo y hay gente. —Dice lo último para mi.

— Si. —Puse una mano en su hombro. — Les quedó terrible bacán, los chiquillos se van a sentir súper queridos.

Sonrió agradecida. — ¡Ya! Pendiente a la puerta tú. — Volvió a su semblante mandón.

— Ya, jefa. — Le respondí con tono burlista y volví al lado de la Coni a nuestro trabajo de porteras.

El Joaquín pasaba de un lado a otro haciendo no sé qué entre tanto noté varias veces al Mateo robarse un par de chis pop que había sobre una mesita, provocando que me riera en silencio.

Seguíam llegando personas que nos tocaba recibir, como si fuera mi mayor pasión tener que saludar a la gente, cuando en realidad es una de las cosas que más me desagradaban de lo que significaba interactuar socialmente, pero tampoco es que pudiese hacer más y no me gustaba estar haciendo nada.

Summer love [chilensis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora