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Sam llegó rápidamente a la casilla siguiendo la dirección que Hyunjin le había dado. Al abrir la puerta, se encontró con una escena macabra: Hyunjin estaba sentado en el suelo, tranquilo y aparentemente ajeno a la gravedad de la situación, mientras el cuerpo sin vida de Emma yacía en un charco de sangre que se expandía lentamente. La ropa de Hyunjin estaba empapada del líquido carmesí, pero parecía no importarle. Con una calma perturbadora, dibujaba figuras en el suelo con su dedo índice, usando la sangre como tinta. Era como si estuviera absorto en un macabro pasatiempo, indiferente al horror de sus acciones.

Sam observó a su hermano, su rostro inmutable. Conocía demasiado bien esa expresión. No era la primera vez que lidiaban con algo así. Aún así, el escenario era escalofriante. La tranquilidad de Hyunjin después de haber matado a Emma era inquietante. No había pánico ni arrepentimiento en sus ojos, solo una calma casi resignada.

—Sabía que esto pasaría —Comentó Sam con una voz casi monótona, como si estuviera hablando del clima. Sin perder tiempo, sacó de su mochila un par de bolsas de plástico negras, grandes y resistentes, y comenzó a desplegarlas en el suelo.

Hyunjin observó a su hermano, su expresión se tornó en una sonrisa torcida.

—Te jode —Murmuró, sacando un cigarrillo del bolsillo de su sudadera. Con la misma mano ensangrentada lo encendió, tomando una profunda calada que exhaló lentamente —Me tenía harto —Continuó, con una mezcla de alivio y desdén en su voz.

Sam se agachó junto al cuerpo de Emma, trabajando con eficiencia y frialdad. Había pasado por esto antes, ayudando a Hyunjin a encubrir sus crímenes. Sabía qué hacer, cómo manejar la situación. Sin decir una palabra más, empezó a meter el cuerpo inerte de Emma en una de las bolsas, asegurándose de que no quedaran rastros evidentes.

Mientras Sam trabajaba, Hyunjin seguía fumando, su mirada perdida en algún punto indefinido del suelo. Su mente vagaba por recuerdos de Megan, una joven de ojos claros que había conocido y cuyo asesinato había ocultado con la ayuda de su hermano. Megan no había cumplido con sus expectativas; sus ojos, aunque bonitos, eran demasiado comunes para su gusto. Y su personalidad, tan estereotípicamente americana, lo había agotado. Emma, por otro lado, había sido un entretenimiento temporal, una distracción que se había vuelto molesta.

—Sabes que esto no puede continuar, ¿verdad? —Dijo Sam de repente, sin dejar de empaquetar el cuerpo. Su voz era suave, pero cargada de una advertencia implícita.

Hyunjin se encogió de hombros, soltando una risa seca —Lo sé, lo sé. Pero no podía dejar que siguiera. Haru es diferente —Murmuró, como si intentara convencerse a sí mismo de algo.

Sam terminó de cerrar la bolsa con el cuerpo de Emma y se levantó, mirando a su hermano con una mezcla de preocupación y exasperación. Sabía que Hyunjin tenía una forma retorcida de ver el mundo, una obsesión peligrosa con ciertos tipos de personas. Y ahora, Haru era su nuevo objeto de interés, y ahora lo que fuera para protegerla ya que por eso había matado a Emma.

—¿Qué vamos a hacer con ella? —Preguntó Sam, su tono era serio y preocupado.

Hyunjin apagó su cigarrillo en el suelo, aplastándolo con la suela de su zapato. Se levantó, sacudiendo las manos como si intentara quitarse la sensación de la sangre —Por ahora, nada. Pero hay que mutilarla y deshacernos de ella antes de que amanezca —Dijo, su voz era decidida.

Sam respiró hondo, tratando de mantener la compostura. La situación era extrema, pero ambos sabían que no había vuelta atrás. Se arremangó, listo para la tarea que tenían por delante.

—Tenemos toda la maldita noche para hacerlo, Hyunjin —Dijo con un tono seco, mientras se agachaba para agarrar el cuerpo inerte de Emma por los hombros —Ayúdame con esta puta, carajo.

HONEY┃HYUNJIN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora