Haru se encontraba sentada en el asiento trasero del coche, con sus auriculares puestos y su música favorita sonando. La ventana a su lado estaba impecablemente limpia, permitiéndole una visión clara del paisaje que desfilaba ante sus ojos. A medida que avanzaban por la carretera, su mirada se posaba en los árboles que flanqueaban el camino, altos y majestuosos, sus copas danzando suavemente al ritmo del viento. El sol se filtraba entre las hojas, creando un juego de luces y sombras que la hipnotizaba, haciendo que el tiempo pareciera detenerse en un suspiro de tranquilidad.
De vez en cuando, Haru levantaba la vista del paisaje y dirigía su mirada hacia el retrovisor. A través de él, podía ver a sus padres en el asiento delantero. Sus rostros irradiaban felicidad, y sus labios se movían al compás de una conversación que ella no podía escuchar debido a la música que llenaba sus oídos. Sin embargo, la vista de sus sonrisas cálidas y los gestos cariñosos que se intercambiaban le proporcionaban una sensación de confort y seguridad. Era como si, a pesar del silencio que la envolvía, pudiera sentir el amor y la complicidad que compartían sus padres.
A medida que el coche seguía su camino, Haru volvía a fijar su atención en los árboles. Cada uno parecía tener su propia historia, sus ramas extendiéndose hacia el cielo en una silenciosa oración. Ella se perdía en sus pensamientos, acompañada por la melodía que sonaba en sus auriculares y el paisaje cambiante. Los árboles, la carretera, y sus padres sonrientes formaban un cuadro perfecto de serenidad y armonía.
Haru se quitó los audífonos con delicadeza, dejando que la música se desvaneciera y permitiendo que las voces de sus padres llenaran el coche. Mantuvo la cabeza apoyada en la ventana mientras escuchaba su conversación, una mezcla de emoción y planificación sobre la nueva casa y el vecindario. Aunque estaba cómoda en su propio mundo, la curiosidad sobre el nuevo lugar donde vivirían era más fuerte. Decidió unirse a la charla, queriendo saber más sobre su próximo hogar.
A medida que el coche se adentraba más en el vecindario, Haru no podía evitar sentirse impresionada por lo alejado que estaba de la ciudad. Las casas enormes con amplios patios le resultaban fascinantes. Observaba cómo muchas de ellas tenían piscinas, un lujo común en la calurosa California. Sonrió al ver a adolescentes y otras personas salir de sus casas, lo que le hizo darse cuenta de que tendría la oportunidad de hacer nuevas amigas en este nuevo lugar. Sin poder contener su entusiasmo, preguntó a sus padres:
—¿Cuánto creen que falta? —La pregunta captó la atención de su madre, quien giró la cabeza para mirarla.
—De hecho, ya llegamos —Respondió su padre con entusiasmo.
Haru sonrió, mirando a su alrededor una vez más mientras el coche se detenía frente a su nueva casa. Era enorme, mucho más lujosa que la linda casa en la que vivían antes. Sabía que sus padres habían trabajado duro para poder pagarla, lo que la hacía sentir orgullosa y consciente de la responsabilidad de portarse bien. Bajó del coche justo a tiempo para ver el camión de mudanzas llegar con las cajas que habían empacado meses antes. Sus padres ya se habían encargado de decorar la casa, así que solo tendrían que llevar las cajas adentro y empezar a disfrutar de su nuevo hogar
Haru comenzó a observar a su alrededor con una leve sonrisa mientras se dirigía hacia el camión de mudanzas, que había seguido su coche durante todo el trayecto hasta la nueva casa. El sol de la tarde iluminaba las amplias calles y las majestuosas casas, creando un ambiente acogedor pero desconocido. Mientras Haru y su familia descargaban las cajas, ella sentía las miradas de los vecinos, curiosos ante la llegada de los recién llegados. Cada vez que cruzaba la acera con una caja en brazos, podía percibir los ojos observándola, lo que le generaba una mezcla de incomodidad y entendimiento. Sabía que ella también miraría con curiosidad si alguien nuevo se mudara a su vecindario.
—Todos nos están mirando —Comentó Haru mientras buscaba la última caja en el camión. Su padre, cargando la penúltima caja hacia la casa, volteó y le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
"Es normal, Haru. Nos acabamos de mudar," respondió él con un tono calmado, intentando disipar su incomodidad.
—¿Seguro? —Haru levantó una ceja, dudando —O tal vez nos estén mirando porque no me parezco en nada a ustedes —Su comentario dejó al descubierto una preocupación más profunda, una que había surgido antes en otras ocasiones.
A pesar de la tranquilidad de su padre, Haru no podía evitar sentirse consciente de su diferencia física con sus padres, y se preguntaba si eso era lo que atraía tanto la atención de los vecinos.
—Haru —Llamó su madre severa, tomando la última caja que ella tenía en sus manos —No vamos a tener esa conversación otra vez.
—¿Qué si quiero seguir teniéndola hasta sentirme mejor? —Dijo genuinamente interesada. Llamando la atención de sus padre quienes ya tenían todo listo para entrar a la casa.
Sus padres empezaron a prestar atención a las palabras de Haru, deteniéndose en sus movimientos. La comunicación entre ellos siempre había sido fuerte, y cualquier oportunidad para expresar sentimientos e incomodidades era recibida con atención y empatía. Haru era adoptada, y sus padres habían esperado ansiosamente varias semanas para que ella llegara a salvo desde Japón a Estados Unidos. Criarla había sido una experiencia maravillosa; la recibieron en sus brazos cuando tenía solo nueve meses, y desde entonces, ella se había convertido en el centro de su mundo.
Aunque Haru no tuvo idea de su adopción en sus primeros años, sus padres sintieron que era su deber contárselo cuando cumplió la edad suficiente para entender. Su madre, Cori, siempre se esforzó en recordarle que, aunque era adoptada, eso no cambiaba el hecho de que ella era su hija, la niña que siempre había soñado tener y la razón de su felicidad. Su padre, Lucas, compartía estos sentimientos profundamente. Sin embargo, Haru no podía evitar sentirse como un bicho raro dentro de su familia americana. En muchas ocasiones, ser una niña asiática en un entorno predominantemente blanco la hacía sentirse excluida, aunque nunca fue víctima de bullying. Cori trataba de consolarla, diciéndole que la gente se sentía intimidada por su belleza, aunque Haru dudaba que fuera cierto.
Por estas razones, Cori y Lucas decidieron mudarse a este nuevo vecindario, con la esperanza de que Haru encontrara amigas y, tal vez, personas de su misma cultura. Querían que ella tuviera un ambiente más inclusivo, lejos de las experiencias pasadas que la habían hecho sentir diferente. Sabían que adaptarse llevaría tiempo, pero estaban dispuestos a apoyarla en cada paso. Mientras tanto, la prioridad era instalarse bien en la nueva casa. Con el camión de mudanzas finalmente vacío y las cajas en su lugar, esperaban que este nuevo comienzo fuera el primer paso hacia una vida más feliz y plena para Haru.
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HONEY┃HYUNJIN.
Misterio / Suspenso𝐇𝐎𝐍𝐄𝐘┃a 𝐇𝐰𝐚𝐧𝐠 𝐇𝐲𝐮𝐧𝐣𝐢𝐧 le gustaban mucho sus ojos color miel, expresaban lo dulce que era Haru a través de su sonrisa cálida y mirada cómplice. Esos ojos miel, los cuales habían hecho que se enamorara de ella, ya que no eran tan comu...