Estallar

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- Muchas gracias por traerla... ¿estás segura de que está todo bien?- pasó delicadamente sus dedos por el dorso de la mano, manteniéndole la mirada.

- Todo bien, Keeks... voy a ver si sigo un rato y preparo la comida, ¿vale?

- No prepares nada,- la interrumpió.- quiero darte una sorpresa.

- Pero si lo dices ya no es sorpresa.

- Bueno, ¡será sorpresa lo que comamos!

La motrileña se mordió la sonrisa y apretó la mano de Chiara sobre el mostrador antes de acercarse a darle un sutil pero agradable beso en los labios. Le bastaba con tenerla delante para que se le olvidara el desorden, los platos sucios y el caos de casa y cabeza que tenía su chica. Aunque definitivamente era algo que deberían hablar...

***

Con las bolsas del delivery colgadas en los brazos, Chiara se adentró en su casa, maniobrando con cuidado para mantener el equilibrio y evitar que algo de la comida se cayera. El olor de la salsa de soja se escapaba de las bolsas, haciéndola sentir una ligera punzada en el estómago, pero su prioridad en ese momento no era ella misma ni su hambre.

Sabía que Violeta había tenido un par de días duros aquella semana. A la ardúa batalla con el catalán y la búsqueda de trabajo se le habían sumado también sus largas jornadas en la farmacia, y aunque parecía estar llevándolo todo bastante bien, era consciente de que una buena dosis de mimos la ayudarían a llevarlo aún mejor.

Dejó las llaves en el mueble del recibidor tratando de liberar alguna de sus manos y suspiró de alivio al soltar las bolsas en la isla de la cocina sin tener que lamentar una catástrofe. El peso de las mismas había dejado una ligera marca roja en su brazo, pero poco le importó cuando no fue capaz de encontrar a la pelirroja en el primer recorrido que hizo con su mirada.

- ¿Vivi?- llamó con voz alegre.- ¡Ya estoy en casa! ¡He traído algo que creo que te gustará!

El eco de sus palabras resonó en el apartamento sin respuesta, lo que hizo que una leve inquietud se instalara en su pecho.

Volvió a echar un vistazo, esta vez algo más pausado, adentrándose a su habitación y descubriendo que el desastre que recordaba haber dejado esa mañana ya no estaba ahí. No tenía por qué... pensó, dirigiéndose al salón y reparando un poco más en el libro de catalán abierto junto a una libreta y algunos subrayadores. Los tachones en las páginas dejaban ver algún tinte de frustración y enfado, pero también indicaban que la granadina no había ido a ninguna parte.

Finalmente, sus ojos se posaron en el balcón, donde pudo distinguir por fin la figura de Violeta. Estaba de pie, con los hombros ligeramente caídos y la mirada perdida en los edificios, como si su mente estuviera a kilómetros de distancia.

Se acercó con cautela, notando la tensión en su postura, y justo cuando estaba a punto de llegar a su lado, observó cómo apagaba torpemente un cigarro en la barandilla y lo dejaba caer a la calle, intentando deshacerse de las evidencias.

- ¿Estabas fumando?- preguntó, con un tono que revelaba más preocupación que reproche.

- ¿Qué? No...

- Violeta... huele a tabaco.

La andaluza suspiró resignada y se dio la vuelta, enfrentándose finalmente a los ojos de Chiara. Pudo ver en aquel reflejo un deje de decepción y tristeza, pero tenía que reconocer que la frustración la habían opacado por completo. Necesitaba algo que la ayudara a no pensar, y fumar siempre había sido una salida fácil, aunque fuera temporal.

Valium | KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora