Ni un minuto más sin ti

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-Te amo, Kiki -murmuró la andaluza, conteniendo también su llanto.

La morena, rodeada por el amor de su chica, de su familia, sonrió entre lágrimas. Habían ganado. Por fin podía decir que era libre y que el capullo de su padre jamás volvería a hacerles daño. Ruslana, con los ojos aún brillantes, se unió al abrazo, tirando de Alex y Emma con ella y en cuestión de segundos, todos se encontraban abrazados, en una maraña de brazos y corazones, celebrando su victoria.

El fin de la pesadilla.

El comienzo de una nueva historia que contar.

***

La potencia de los rayos de sol de la mañana acogieron con calidez el corazón de Violeta. Sentada en el banco del parque que desde hacía un par de semanas frecuentaba, miraba con recelo la puerta del edificio frente a ella, esperando ver una melena morena aparecer en cualquier momento.

Las sesiones de Chiara con su nueva psicóloga estaban yendo realmente bien. Desde que la inglesa había comenzado a ir a terapia parecía más ligera, como si poco a poco se liberara del peso que había cargado durante años. Y eso a la pelirroja no podía hacerla más feliz.

Apoyó las manos sobre su regazo, dejando el móvil entre sus piernas, y mordió su labio recordando los pequeños momentos de los que habían disfrutado los últimos meses. La rutina que las estaba llevando a adaptarse a su nueva vida, lejos de ser un infierno, había sido una vuelta a la calma que ambas necesitaban.

En el piso de morena, que ya podía ser nombrado como piso compartido, habían creado una burbuja donde sanar se hacía mucho más fácil y sobre todo, mucho más disfrutable. Desde cenas con amigos; tardes de música y lectura; hasta noches cargadas de todo el amor que siempre habían sabido darse con el toque picante que tanto disfrutaban las dos, ahora, sin ningún tipo de barrera.

Suspiró al pensar lo mucho que sus vidas habían cambiado en tan poco tiempo. Era difícil creer que solo hacía solo unos meses estaban en medio de un caos que parecía no tener fin, y ahora, todo era distinto; alegre, tranquilo, bonito. El peligro había quedado atrás y, aunque todavía quedaban heridas por sanar, lo estaban logrando juntas. Y eso era lo que más importaba.

La pelirroja sonrió para sí misma mientras su mente viajaba a esas noches en las que se tumbaban juntas en el sofá, con los pies entrelazados bajo una manta, viendo películas hasta quedarse dormidas. O las mañanas en las que se despertaba con el sonido de la risa de Chiara en la cocina, intentando no quemar las tostadas o preparar café torpemente sin recordar que la cafetera estaba rota. Amaba la cotidianidad que habían forjado juntas, como la pareja que eran. Como una familia.

Revisó la hora una última vez para comprobar que a la sesión de su chica aún le quedaban unos diez minutos y cerró los ojos un instante, disfrutando de la calidez que desprendía el sol aquella mañana. El viento suave de noviembre acariciaba su rostro, y por un momento, la granadina se permitió envolvier por la serenidad que se respiraba en aquel parque como hacía tiempo no lo hacía. Nada podría arrebatarle la paz de ese momento... o al menos, eso pensaba ella.

El sonido de unos pasos retumbando en la acera tras de sí la hicieron abrir los ojos con algo de confusión. Alguien que parecía caminar directo hacia ella y su pulso no pudo evitar acelerarse al notar la urgencia con la que la persona se acercaba. Cuando levantó la vista, sus ojos se encontraron con una figura que, aunque le resultaba familiar, parecía también diferente. Necesitó unos segundos analizando bien la estética de la chica para identificarla.

–¿Alba? –preguntó con el ceño ligeramente fruncido.

–Andrea –corrigió la ahora castaña con una sonrisa suave.

Valium | KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora