Valium | KIVI

Excepciones que confirman la regla

- Está bien, me apunto.- Dijo mientras agarraba el casco que colgaba del brazo de la inglesa.- Pero si intentas llevarme a algún callejón oscuro, te advierto que sé defenderme. - Respondió con una sonrisa pícara, aceptando la invitación y añadiendo un toque más sugerente al juego.

La chica, disfrutando del desafío implícito en las palabras de la andaluza, asintió con complicidad.

- Don't worry, solo te llevaré a lugares con encanto.- Con un gesto sugerente y enfatizando esa última palabra, la joven se colocó de nuevo su casco integral y se posicionó en la moto para que la pelirroja se subiera.- Sube, que la noche promete.

***

La inglesa arrancó la moto con soltura, y juntas se perdieron en la noche de Barcelona. Los destellos de la ciudad bailaban a su alrededor mientras Chiara manejaba la moto con destreza por las sinuosas calles. Violeta, sintiéndose emocionada pero también nerviosa, se agarró a la moto con fuerza, tratando de encontrar seguridad en medio de la oscura noche. Parecía hasta irónico que esa misma mañana fuera ella quien tenía el control de todo porque en ese momento no podía sentirse más pequeña.

A medida que avanzaban, la pelirroja empezó a notar un leve cosquilleo en el estómago. Hacía mucho que no se sentía tan cómoda con nadie, mucho menos con una desconocida... Un sentimiento de libertad impregnaba su cuerpo mientras las luces de la ciudad se convertían en un borroso rastro de colores.

- Creo que deberías agarrarte mejor.- La pelinegra elevó su voz por encima del viento, notando la fuerza insuficiente con la que la granadina se aferraba a la moto.

Esta, tratando de disimular su nerviosismo, ajustó su agarre levemente a los asideros del vehículo, pero la inglesa sabía que eso no iba a ser suficiente, así que disfrutando de la emoción del momento, decidió aumentar un poco la velocidad, para ver si su acompañante entendía sus intenciones.

- Si no te agarras bien... podemos caernos. No me lo perdonaría. - Chiara le insistió con una de sus manos para que se agarrara a ella en lugar de la moto, aunque la pelirroja, seguía estando un tanto reacia a aquel contacto, por lo que se negó.

- ¡Kiki, las manos en el manillar!

- ¿Kiki? Nunca me habían llamado así, me gusta.- La menorquina se rió ante la ocurrencia de aquella chica y con un juego de muñeca aceleró levemente la moto para después frenarla y obligar a la pelirroja a caer sobre su espalda, consiguiendo que se aferrara a su cintura en lugar de a la moto.

La morena sonrió debajo del casco triunfante mientras Violeta, entre risas nerviosas, intentaba recuperar la compostura. Apretó con fuerza las caderas de la chica reprochando aquel acto, pero no volvió a soltarlas en todo el trayecto, Chiara tenía razón, era mucho más cómodo y seguro estar así.

La noche prometía ser mucho más intrigante de lo que ninguna de las dos había imaginado. La moto se deslizaba por las calles, llevándolas hacia un destino incierto mientras ambas compartían risas y la complicidad de una conexión que flotaba en el ambiente. El viento nocturno susurraba en sus oídos, y la sensación de velocidad se volvía adictiva. Por un momento la de Granada olvidó por completo qué hacía en Barcelona, qué había dejado atrás en su tierra, e incluso el pánico que le tenía a ese dichoso vehículo.

A lo lejos, ambas divisaron un camino de tierra y la pelirroja no pudo evitar inquietarse un poco ante la oscurdad, por lo que se aferró aún más fuerte a las caderas de la inglesa.

- No te preocupes, lo tengo todo bajo control.- Contestó ante aquella presión repentina.

Finalmente, llegaron a un cuidado mirador en lo alto de la ciudad que ofrecía una vista panorámica de Barcelona iluminada en la noche. La británica apagó el motor, y ambas quedaron allí, rodeadas por la brisa nocturna y el sonido de los grillos. Violeta, todavía temblando un poco, se bajó de la moto, sintiendo cierta debilidad en las piernas. Ante esto, la pelinegra la ayudó con gentileza.