Cap3. El reencuentro

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Juanjo entró en el lujoso piso de su novia, sorprendido por la opulencia que se desplegaba ante él. Sabía que Ruslana venía de dinero, pero no se imaginaba que fuera de este calibre. El mármol pulido del suelo reflejaba las luces cálidas del salón, mientras las enormes ventanas ofrecían una vista impresionante de la ciudad. El mobiliario, moderno y caro, se mezclaba a la perfección con las obras de arte que adornaban las paredes, capturando la esencia de la personalidad de su dueña.

Al cruzar el salón, la miró con cariño, aunque una sensación incómoda lo invadió, como si alguien lo estuviera observando. Cuando buscó la fuente de esa incomodidad, sus ojos se encontraron con los de Martin, el hombre que le había hecho perder la cabeza aquella noche de los premios. Seguía igual de atractivo, con su característico bigote y un nuevo corte de pelo, vestido de manera casual, con unos pantalones que caían a la cadera y una camiseta ajustada que resaltaba su esbelta figura. Aunque su atuendo era informal, la calidad de la ropa era innegable. La expresión de Martin era una mezcla de sorpresa e incredulidad, como si no pudiera creer que Juanjo estuviera allí.

El nerviosismo se apoderó de Juanjo al instante; no esperaba volver a ver a Martin, y mucho menos en casa de Ruslana.

Las miradas de ambos se cruzaron, cargadas de tensión. Después de un año, volvía a verlo, pero ahora como el mejor amigo de su novia.

—¿Qué...?

—¡Estoy saliendo con Juanjo, Martin! —exclamó Ruslana, eufórica—. Me quise morir cuando me lo propuso, no aguantaba un segundo más sin contártelo.

Martin se quedó anonadado, intentando procesar la situación. Sus ojos iban de su mejor amiga al rostro de su actual novio, tratando de asimilar lo que estaba ocurriendo. Ruslana, ajena al conflicto interno de Martin, miraba a Juanjo con devoción. Él sabía que no podía soltarle así como así que ya lo conocía, y de la manera más íntima posible.

Ruslana había crecido en un mundo donde sus deseos eran órdenes. Rodeada de lujos y atenciones, había desarrollado una personalidad posesiva y celosa, especialmente cuando se trataba de sus relaciones. No soportaba la idea de compartir a sus parejas ni de que alguien más ocupara un lugar importante en sus vidas. Si llegara a enterarse de que Martin y Juanjo ya se conocían, y peor aún, que habían tenido un encuentro íntimo, la situación sería catastrófica. Para Ruslana, la exclusividad lo era todo, y la revelación de un secreto así sería una traición imperdonable.

—Encantado —Martin forzó una sonrisa, intentando mantener la compostura mientras dejaba entrever una superioridad apenas disimulada—. Me alegro de conocer por fin al "famosillo" que le robó el corazón a mi Rus.

Juanjo sintió un escalofrío recorrer su espalda. Martin estaba actuando como si no lo conociera, como si aquella noche en los premios, cuando ganó el galardón a mejor actor, no hubiera ocurrido. Tragó saliva y decidió seguirle el juego.

—Igualmente —contestó Juanjo, devolviéndole una sonrisa forzada—. Rus es muy especial, me ganó desde el día uno.

—¿Y qué te parece? ¿Nos vemos bien juntos? —preguntó Ruslana, rodeando a Juanjo con sus brazos y mirándolo con una sonrisa radiante.

—Me alegro mucho, Rus, hacéis muy buena pareja —respondió Martin, intentando sonar sincero, aunque un leve disgusto se reflejaba en su tono.

Era cierto, Ruslana tenía un magnetismo innegable, igual que Juanjo. Acaparaban miradas, tenían una forma única de ver el mundo y no les importaba lo que pensaran los demás. Hacían buena pareja, eran deslumbrantes, pero esa conexión solo hacía que la incomodidad de Martin aumentara.

—Qué elegante —Ruslana dirigió su mirada al vino que traía Juanjo—. Voy a por las copas, ¡Ana, las copas! —gritó mientras se dirigía a la cocina.

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