Cap29. El perdón

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Juanjo lo tomó de la mano en completo silencio mientras avanzaban bajo la tenue luz de la luna, que apenas iluminaba la calle desierta. El viento nocturno traía el suave murmullo del mar a lo lejos, creando una atmósfera tranquila pero cargada de emociones. Caminaban despacio, como si el tiempo no existiera, pasando entre callejones estrechos y algún que otro arbusto que sobresalía del camino.

A pesar del silencio, había una conexión tácita entre ellos, una especie de pacto no verbal que ambos entendían. Martin apretaba la mano del mayor con fuerza, buscando una conexión que lo anclara a la realidad, mientras sus pensamientos seguían revoloteando en torno al conflicto que acababa de vivir con su madre. A su lado, Juanjo permanecía atento, pero en silencio, dándole su espacio sin forzarlo a hablar.

Con cada paso, el mar se hacía más cercano, su sonido más fuerte, su presencia más palpable. Cuando finalmente llegaron a la orilla, la brisa marina les despeinó el cabello y el suave murmullo de las olas llenó el aire, ofreciéndoles un respiro. La arena bajo sus pies era blanca, suave, y las rocas que se erguían a su alrededor les ofrecían un refugio natural, protegiéndolos del mundo exterior.

Martin se soltó y tomó asiento en la arena, justo frente al mar. Enroscó sus brazos alrededor de sus piernas recogidas, y apoyó la cabeza en sus rodillas. Juanjo, aún perdido en sus pensamientos, se sentó a su lado. Teniendo el horizonte al frente, el no no podía evitar mirar a Martin, en cómo se había cerrado completamente tras el enfrentamiento con su madre.

Notó cómo Martin empezaba a temblar, quizás por el frío o tal vez por el peso de todo lo que había soportado en tan poco tiempo. No quería ni imaginarse lo que estaba pasando por su cabeza.

Juanjo se quitó el jersey negro que llevaba y se lo ofreció. Al fin, Martin le dedicó una mirada, agradecida pero cargada de tristeza. Se puso la prenda y, con un suspiro, apoyó la cabeza en el hombro de Juanjo, buscando refugio. Juanjo aprovechó el momento para rodearlo con un brazo, dejando su mano descansando en el pecho del menor.

—Venía aquí siempre que todo se descontrolaba en casa —murmuró Martin, melancólico, con la vista fija en el mar—. Este era mi lugar para estar solo, para soñar...

Juanjo acarició su pecho con ternura y dejó un beso suave en su cabeza. —No tienes que contarme si no quieres.

—Quiero hacerlo —respondió Martin con sinceridad, levantando la mirada hacia él. —Tú me has mostrado lo más importante de tu vida, y yo quiero hacer lo mismo —rió con amargura. —Aunque lamentablemente mi familia sigue siendo una parte fundamental de mi vida.

—Está bien, Martin. Tienes unos hermanos maravillosos... y tu madre, bueno, tiene sus errores como todos —intentó suavizar la situación. —No tiene que ser algo lamentable.

—Lo es —sentenció Martin con dureza. —Mi madre siempre ha querido tener el control de todo, aunque fuese de manera superficial. Nunca podíamos comer algo sin que ella lo aprobara, y ni siquiera podíamos vestirnos como quisiéramos, porque siempre lo criticaba. —Suspiró profundamente, recostándose más sobre Juanjo—. Era buena, amorosa la mayor parte del tiempo... hasta que él llegaba. Entonces, sus órdenes se convertían en ley.

—¿Tu padre? —preguntó Juanjo, con cautela.

Martin asintió con la cabeza. —Nunca fui suficiente para ninguno de los dos. Mi padre no paraba de recordarme que no cantaba bien, que no bailaba bien, que no hacía nada bien. —cerró los ojos, reviviendo los recuerdos. —Decía que jamás lograría nada en la vida que quería, en la vida como actor que era un mundo de "perdición"... y mi madre, con su silencio, le daba la razón.

—Y qué equivocados estaban —susurró Juanjo, dejando pequeños besos en su cabeza, intentando reconfortarlo.

—No quiero eso para mis hermanos. Quiero que María sea modelo si así lo desea, y que Eric sea futbolista si lo sueña. Pero quizá tengan razón... a mí la fama me pesó demasiado. —Una lágrima silenciosa comenzó a recorrer su mejilla—. Me convertí en alguien que mis hermanos no reconocerían, alguien como mi madre en sus peores momentos, y me autosaboteé, como lo hacía mi padre.

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