Cap18. El piso de Juanjo

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—Dame otra —Martin entretuvo al camarero, cogiendo una nueva copa de champán de una de las bandejas que circulaban por el evento.

Si había algo que Martin odiaba más en el mundo era no salirse con la suya. Ahora que tenía claro que quería a Juanjo solo para él, y justo cuando sentía que lo estaba logrando, tenía que enfrentarse de nuevo a la cruda realidad: Juanjo no quería lo mismo. Cada vez que parecía que se acercaba a hacer su deseo realidad, algo pasaba que lo devolvía a la casilla de salida. Maldijo por lo bajo, apretando la copa, pensando en cómo todo lo que había construido se desmoronaba en un segundo, solo por no poder controlarse.

Pero, ¿qué esperaba? Si estaba a punto de besar a Juanjo otra vez y los habían interrumpido.

No supo exactamente en qué momento Alex apareció detrás de él, intentando frenarlo. —¿De verdad, Martin? Si odias los Uber... —comentó Alex, siguiéndole el paso mientras su amigo llamaba uno.

O quizá sí lo supo. En cuanto vio como decidía irse del lugar de evento por su cuenta, y no en sus cinco sentidos exactamente, ni por las verdaderas razones. Y es que cinco minutos antes vio a Juanjo salir del lugar, intentando pasar desapercibido después de haberlo ignorado toda la noche. En cuanto lo vio despedirse con discreción de una de sus amigas, caminando solo hacia la salida, sin pensárselo dos veces pidió el Uber. Necesitaba salir de ahí, lejos de ese evento lleno de gente que buscaba ser el centro de atención.

—Quédate tú con tus amigos, que hace tiempo que no los ves... —Martin le dio un beso rápido en la cabeza a Alex, dedicándole una sonrisa antes de despedirse con un gesto de la mano.

—Avísame cuando llegues, por favor... —Alex suspiró, rindiéndose.

Ya en el coche, Martin por fin pudo respirar. No sabía muy bien qué estaba haciendo, pero lo cierto era que, en medio de ese evento benéfico, no había parado de pensar en Juanjo, en sus errores, en cómo podría cambiar para llamar su atención... entre copa y copa de champán. Pero también le venía la pregunta a la cabeza: ¿Por qué debería cambiar por alguien que no hacía nada por él? ¿Por qué ese tío se sentía con derecho a reprocharle cosas? ¿Y quién se creía para dejarlo con la palabra en la boca?

Cuando llegó a su destino, bajó tambaleándose un poco. Miró hacia arriba, viendo si no se había equivocado de edificio. Solo con ver la gran azotea supo que era el que buscaba. Sin pensarlo más, se dirigió hacia la entrada, saludó al portero tratando de parecer sobrio, y, utilizando sus beneficios como famoso, tras un par de selfies con él, consiguió subir sin ser interrogado.

Frente a la puerta de Juanjo, Martin intentó recomponerse. Podía culpar al alcohol, o al mismo Juanjo por atreverse a dejarlo con el calenton y de paso triste por su rechazo. Pero ya estaba allí, dispuesto a gritarle unas cuantas verdades. Se llevó las manos a la cabeza, dudando por un segundo. Pensó en darse la vuelta y bajar al ascensor, pero al ver su reflejo en el espejo de este, decidió seguir adelante. Todavía se veía increíblemente guapo, con los ojos algo brillosos por el alcohol, pero que resaltaban su color natural. Respiró hondo, volvió a la puerta y tocó.

Juanjo apareció solo con los pantalones que había llevado durante toda la noche, sin camiseta, con el pelo despeinado. Alzó las cejas, sorprendido al ver a Martin tambaleándose en su puerta.

—Martin...

—Mira, Juanjo, no sé quién te has creído para decirme que no te gustan mis actitudes, cuando tú no eres nadie para mí... —soltó Martin sin preámbulos—. ¿Tú crees a mi si me gusta tenerte cerca sabiendo que sigues con mi mejor amiga después de follarme?—alzó la voz, algo inusual en él.

Juanjo tragó saliva. Menos mal que no compartía piso con nadie, y que no había vecinos en la misma planta. Aunque ya era tarde, no quería molestar a los del piso de abajo. Con calma, cogió el brazo de Martin y lo hizo pasar dentro, cerrando la puerta tras ellos.

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