Cap16. Culpa y una nueva amistad

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Al día siguiente, el ambiente entre ellos había cambiado. No intercambiaron una sola palabra, pero sus miradas lo decían todo. La tensión se palpaba, pero ninguno parecía dispuesto a romper el silencio incómodo que los envolvía desde la noche anterior, en el que cada uno se hizo el dormido por su lado, para evitar la despedida.

En el aeropuerto, Martin arrastraba su maleta con desgana, y Juanjo, al notarlo, no pudo evitar soltar un suspiro mientras rodeaba los ojos.

—Dame eso —le dijo con un tono firme, casi exasperado.

Martin, en lugar de discutir, esbozó una sonrisa de satisfacción, sabiendo que había logrado lo que quería. Ahora, el maño se encontraba arrastrando ambas maletas, mientras caminaban juntos hacia el control de seguridad, aunque actuaban como si fueran dos desconocidos. Ambos llevaban gorras y gafas de sol, intentando pasar desapercibidos, evitando miradas curiosas que pudieran reconocerlos. Sin necesidad de hablarlo, acordaron dejar atrás lo ocurrido en Italia. Martin había prometido portarse bien, y Juanjo, por su parte, había decidido mantener la paz.

Ya en el avión, el silencio entre ambos se mantenía, pero la cercanía en los asientos parecía inevitable. Martin, mirando por la ventana, esperando que Juanjo tome asiento después de colocar ambas maletas en los compartimentos del avión, se decidió a hablar.

—Juanjo... —empezó el vasco, soltando un suspiro profundo.

El maño lo miró, con intriga.

—¿Todavía quieres regresar el tiempo y no haberlo hecho conmigo esa noche de los premios? —preguntó Martin, con un toque de vergüenza en la voz.

Juanjo se mordió los labios, enternecido. ¿Cómo podía ser tan demonio y tan ángel al mismo tiempo? La forma tan inocente que tenía a veces lo volvía loco.

El maño bufó con suavidad —No fue en serio eso —cogió su mano para acariciarla—. Además, tarde o temprano hubiéramos terminado de la misma forma, míranos aquí.

Martin lo observó en silencio, mordiéndose los labios antes de hablar de nuevo.

—Sé que esto se acaba aquí —hizo una pausa, dudando antes de soltar lo que tanto había estado pensando—. Solo quiero que no te arrepientas nunca de esto.

Juanjo pasó saliva y no pudo evitar suspirar. Acarició la mejilla de Martin y negó con la cabeza.

—No lo haré.

Con esas palabras, el silencio se instaló de nuevo, pero esta vez más cómodo. Poco después, Martin se quedó dormido en el hombro de Juanjo, quien, aunque no hizo ningún esfuerzo por despertarlo, tampoco pudo evitar sentirse afectado por la cercanía.

Al aterrizar, intercambiaron una mirada fugaz que decía más de lo que cualquiera de los dos estaba dispuesto a admitir. Fue un adiós silencioso, una despedida tácita que ambos sabían que era necesaria, aunque ninguno lo expresara en palabras.

Ya en el aeropuerto, Alex esperaba a Martin con una sonrisa amplia y un abrazo que denotaba la complicidad entre ellos, como si fuesen hermanos. Juanjo, a cierta distancia, no pudo evitar sonreír al ver la escena, pero su atención pronto se desvió al escuchar la voz familiar de Violeta, que se acercaba con determinación.

—Vale, amor, no sé por qué decidiste quedarte un día más, y tampoco quiero saberlo, pero ahora que he vuelto a mi trabajo, tenemos mucho que hacer —le dijo su manager con tono autoritario, mientras caminaba hacia el coche, segura de que él la seguiría sin rechistar.

Juanjo negó con la cabeza, divertido por la situación. —¿No te había mandado a Tailandia por unas cuantas décadas?

Violeta soltó una carcajada irónica —Ajá, pero no hay tiempo para eso. Tu álbum está a punto de ser lanzado, y las presentaciones no se van a organizar solas.

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