Cap23. Podemos Intentarlo

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—He intentado de todo, Martin, todo, para sacarte de mi cabeza. Pero por cada cosa que hacía o decía, ahí estabas tú. No podía ni tocar a Ruslana sin sentir que te estaba traicionando —soltó desesperado, tratando de descifrar la expresión del menor.

Martin apretó los labios, visiblemente conmovido—. ¿Y crees que para mí fue fácil? Si no me decías esto ahora, ya no tenía más recursos para hacer que lo vuestro terminara.

—¿Qué me has hecho? —rió Juanjo, incrédulo mirando las luces de los edificios del frente—. Ay, Martin, me estoy muriendo por ti. De verdad, me tienes... —se interrumpió, tragando saliva, consciente de que quizás era demasiado pronto para decir la palabra que rondaba su mente: "enamorado". —No sé si es amor, o lo que sea que quieras de mí, pero lo que sí sé es que contigo yo lo quiero todo. No solo un desliz, lo quiero todo.

Martin no pudo evitar sonreír, embobado—. Joder, me encantas. Tampoco sé si es amor, porque nunca antes había sentido algo así, pero lo que siento es muy fuerte. Y quiero descubrir que es, a tu lado.

Juanjo por fin pudo respirar con alivio. Agarró la cabeza de Martin y lo atrajo hacia él, fundiéndose en un nuevo beso, uno cargado de todas esas emociones inexplicables que, juntos, se proponían descubrir.

Habían salido de la discoteca apenas unos minutos después de decidir que iniciaban un nuevo ciclo, sin ataduras ni obstáculos. Mientras caminaban entre la gente, parecían dos perfectos desconocidos, tratando de no llamar la atención. Primero salió Juanjo, buscando un taxi, mientras esperaba que Martin se despidiera de sus amigas. A diferencia de Juanjo, que caminó rápido con sonrisas fugaces, Martin se detuvo un poco más, intercambiando abrazos breves, pero sin perder de vista al maño.

Ninguno de los dos recordaba quién fue el que dio la dirección del piso de Juanjo. Estaban demasiado ocupados besándose en el taxi, con las manos entrelazadas, como si no pudieran separarse después de tanto tiempo reprimiéndose. Y ahora, en plena madrugada, se encontraban en la cocina de Juanjo. Martin estaba sentado en la barra central, solo en calzoncillos y con la camiseta del mayor puesta, mientras Juanjo buscaba algunos chuches que había comprado hacía poco. Lo curioso era que los había escondido, consciente de que había pensado en Martin cuando los compró. "No está bien pensar en él por cada decisión que tomo", se había dicho, pero ahora se alegraba de haberlo hecho.

—Es que no puede ser más hija de puta... —bufó Martin, respondiendo al relato que le estaba contando Juanjo sobre su reciente ruptura, incluyendo cómo había pillado a un tío medio desnudo en el piso de su exnovia.

Juanjo soltó una risa floja mientras le miraba de reojo. —Ya, y me lo dijiste una vez... me lo intentaste decir otras veces, pero no te creí. —Frunció los labios, triste—. Nos habríamos ahorrado tanto...

El vasco asintió y extendió la mano para que el mayor la tomara. Juanjo no tardó en hacerlo, posicionándose entre sus piernas —Igual no estábamos en el mejor momento... Pero ahora tenemos todo el tiempo del mundo. —Le tomó el rostro con delicadeza, atrayéndolo para darle un beso lleno de libertad, sabiendo que ya no había nada que los detenga.

Juanjo suspiró contra sus labios, deleitándose con cada segundo que podía sentirlo tan cerca. En ese instante, recordó dónde había guardado los chuches.

—Están aquí. —Con una sonrisa, sin separarse del todo de Martin, lo cargó para sentarlo en la encimera junto a la cocina. Ahora que se tenían, ninguno parecía capaz de estar lejos del otro; necesitaban, al menos, rozar sus manos.

—¡Chuches! —Martin aplaudió emocionado, como si fuese un crío. Llevaba mucho tiempo sin comerlos, y su cara se iluminó de inmediato.

Juanjo lo observaba como si fuera una obra de arte. Sus ojos brillaban de una forma que casi parecía embriagado de emociones, y una sonrisa ladeada se instaló en su rostro, sin intenciones de marcharse.

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