Cap32. Where do broken hearts go?

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—¡Que no quiero nada, joder! ¡Sal ya! —espetó Martin con furia, echando a Julia de su habitación, avergonzado de que lo hubiese visto llorando.

Era otra mañana más en la que despertaba con el corazón hecho añicos. El llanto que había contenido durante horas había estallado cuando Julia, su asistenta, irrumpió en la habitación con algo que, según ella, era "urgente". La verdad era que nada le parecía urgente a Martin en esos momentos, nada que no fuera su propio dolor.

Pero en cuanto la puerta se cerró de golpe, el arrepentimiento lo golpeó de inmediato. Al recordar cómo Juanjo había logrado, en su momento, cambiar esos impulsos suyos. Aquellas reacciones desmedidas que, antes de conocerle, parecían su único modo de defenderse del mundo. Y ahora, a pesar de todo lo que había pasado, sentía que lo estaba decepcionando, que estaba volviendo a ser aquel Martin impulsivo y descontrolado que tanto había trabajado para dejar atrás. Y volvía a maldecirlo por haber entrado tan profundo en su vida.

Se incorporó ligeramente, frotándose la cara con las manos, intentando calmar la ira que lo consumía. Julia solo intentaba ayudar, al igual que Kiki y Lucas, que llevaban días preocupándose por él. Su móvil estaba destrozado, sin pantalla funcional, lo que significaba que no había podido responder a ninguno de sus mensajes ni llamadas y mucho menos leerlos.

—Julia... espera, regresa —pidió con un tono mucho más suave, casi en un susurro.

La puerta se abrió lentamente, y Julia entró de nuevo, con cautela, como si temiera otra explosión de ira.

—Discúlpame... he sido un idiota. Gracias por el té —murmuró Martin, esbozando una leve sonrisa ladeada, aunque sincera.

Julia, un poco más relajada al ver que el tono de su joven jefe había cambiado, le sonrió con timidez.

—No se preocupe, señorito Martin... Solo que no queremos verle así, tan triste —suspiró, visiblemente apenada, no acostumbrada a ver a Martin en tal estado de vulnerabilidad.

Martin se movió en la cama, extendiendo una mano hacia ella. Julia la tomó con suavidad, un gesto lleno de compasión.

—Lo sé. Estoy bien... bueno, más o menos. Solo... solo necesito estar solo, eso es todo. Pero dime, ¿qué ha pasado?

Julia frunció los labios, claramente incómoda con lo que iba a decir.

—El señorito Juanjo está fuera... quiere verle. Todavía, no le hemos dejado pasar.

El rostro de Martin se congeló por un instante, sus ojos se abrieron de par en par. ¿Juanjo, aquí? ¿Después de todo? ¿Cómo podía ser tan descarado como para aparecer en su casa tras haberlo traicionado de la peor manera?

—Haz que se vaya, Julia. No quiero ver a nadie... y menos a él —ordenó con frialdad.

Julia asintió, con un gesto de disculpa en su mirada.

—Sí, señorito. Le diré... que se marche —respondió, con una pequeña carraspera, incómoda ante la tensión que flotaba en el ambiente.

Martin asintió con la cabeza, y mientras Julia salía de la habitación, él dejó escapar un largo suspiro. Los ojos volvieron a picarle, pero se contuvo. No quería volver a llorar, no más.

—Gracias, Julia... —murmuró antes de que ella cruzara la puerta—Perdóname otra vez por cómo te he tratado.

La puerta se cerró suavemente, y Martin quedó solo una vez más. Pero esta vez, el eco del nombre de Juanjo resonaba en su cabeza, haciendo imposible el descanso.

☆ ☆ ☆ ☆

—Por favor, dile que no me voy a ir hasta que salga... —insistió, su voz ganando una nota de desesperación, casi implorante. Sus manos se crisparon en los bolsillos de la chaqueta.

Starry Night Donde viven las historias. Descúbrelo ahora