Epílogo

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Dos tías random cualquiera:

—¿Perdona? ¡Este tío lo hace todo perfecto, joder! —bufó una de ellas, encantada—. Te juro que esta se va a convertir en mi nueva peli favorita a partir de ahora.

Su amiga asintió, recogiendo los cuencos de palomitas ya vacíos. Acababan de terminar de ver la última película de Martin Urrutia, una auténtica obra de arte que les había puesto los pelos de punta en más de una escena.

—Totalmente, tía. He quedado flipando con lo bien que canta y baila también. Voy a seguirlo en Instagram, que me he enamorado.

—¡No me jodas! —exclamó su amiga, sorprendida, mientras hacía exactamente lo mismo—. ¡Tía, mira! —Dijo, llevándose una mano a la boca y mostrándole el móvil, donde aparecía una foto de Martin, derrochando ternura, junto a su novio.

—¡¿Qué?! —soltó ella, tan sorprendida como su amiga—. ¿Es coña? ¿Esto es por una campaña o algo?

La otra negó con la cabeza, deslizando rápidamente entre las fotos del actor y mostrándole una nueva donde su novio le daba un beso en la mejilla, y otra más en la que aparecían celebrando un cumpleaños frente a una tarta.

—No me lo creo —se llevó las manos al pelo, completamente alucinada—. ¿Me estás diciendo que Juanjo Bona, o sea, Juanjo el puto cantante Bona, está con Martin Urrutia?

—Estoy flipando, tía. Y mira esto —se rió, enseñándole la última storie del actor. En la imagen, en blanco y negro, se veía la mano de Martin sujetándole el mentón a Juanjo, quien aparecía sonriente y con una expresión de adoración.

—¿Pero cómo? —su amiga comenzó a revisar las redes sociales del cantante, boquiabierta—. ¿Cómo no lo sabíamos? ¡Si lo presumen en todas partes! Mira, el nuevo álbum que sacó es para Martin, lo pone aquí mismo. —frunció los labios enternecida.

—Ya, pero parece que llevan su relación bastante privada, ¿no? O sea, solo comparten lo que ellos quieren. Llevan así como dos años y no ha salido casi nada más.

—Ay, por favor, qué bonito —murmuró su amiga, apretando el móvil contra su pecho y mordiéndose los labios—. Hacen una pareja preciosa, se ven tan monos juntos...

—Ya te digo, necesito verlos interactuar —dijo la otra, encendiendo su iPad y buscando entrevistas en las que aparecieran juntos. Y así, dos nuevas seguidoras se convirtieron en fans eternas de aquellos artistas que, sin saberlo, acababan de ganar un lugar especial en sus corazones.

☆ ☆ ☆ ☆

La ceremonia tenía ese aire italiano con el que siempre habían soñado: en un viñedo rústico en la Toscana, con mesas de madera oscura adornadas de flores silvestres en tonos crema y lavanda, y un paisaje de colinas verdes extendiéndose al fondo. A la luz del atardecer, todo estaba envuelto en un resplandor dorado, y los rostros de sus amigos y familiares irradiaban esa emoción de quienes saben que están presenciando algo realmente especial. Solo había treinta personas, pero para Martin y Juanjo eran los treinta que importaban.

Los invitados estaban distribuidos en pequeñas sillas de madera, decoradas con ramos de flores silvestres. En el centro del espacio, se erguía una pérgola sencilla, cubierta de enredaderas y luces tenues que bailaban al compás del viento. Cuando llegó el momento, Juanjo apareció primero, vestido de manera impecable con un traje negro, sin llegar a ser demasiado formal, con una sonrisa nerviosa y una emoción apenas contenida en sus ojos. De pie, esperó en el altar improvisado, rodeado de sus amigos más cercanos, mientras su mirada se perdía en el camino, esperando ver a Martin.

Y entonces, Martin apareció. Caminaba despacio, con un traje de lino blanco que realzaba su figura, pero lo que más llamaba la atención era la expresión en su rostro: una mezcla de felicidad y paz. A cada paso que daba hacia Juanjo, su sonrisa se hacía más amplia, y sus ojos brillaban con una luz especial. Cuando finalmente llegó junto a él, ambos se miraron en silencio, como si el tiempo se hubiera detenido. No hicieron falta palabras; en sus miradas estaba todo lo que necesitaban decirse.

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