Cap12. Compis

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—¿Me aseguras que no es peligroso? —preguntó el vasco, examinando la barra de pole dance que acababan de instalar en el estudio de su casa, ahora convertido en una pequeña sala de ensayos.

Los trabajadores asintieron con rapidez antes de salir apresurados del lugar, justo cuando un grito eufórico irrumpió la tranquilidad. Alex, su mejor amigo, entró con una sonrisa radiante.

—¡Quieren que seas embajador de Dolce&Gabbana para su nuevo perfume masculino! —exclamó Alex con emoción, acercándose a él. —Pero no es cualquier cosa, ¡es Dolce&Gabbana Internacional! ¿Te das cuenta de lo que significa?

Martin abrió la boca, anonadado. Dejó de lado su preocupación inicial y caminó hacia su amigo.

—¿Dolce&Gabbana? —preguntó, aún sin creérselo.

Alex, dando saltos de emoción, lo agarró por los hombros.

—¡Sí, Martin! Te quieren como puto embajador de la marca —dijo con euforia. —Y la pasta que te están ofreciendo es... irreal.

El vasco aún intentaba procesar lo que eso significaba. Con esa oferta, el dinero era lo de menos. Era la confirmación de que su nombre resonaba en el mundo entero, que su talento se reflejaba en ser el embajador de una de las marcas de moda más importantes a nivel mundial.

—¿Y cómo... cómo pasó?

Alex le mostró el móvil donde había recibido la llamada.

—¡Te quieren a ti! El perfume grita tu nombre, buscan poderío, masculinidad, elegancia. Y tú lo tienes todo... bueno, tú y...

☆ ☆ ☆ ☆

—¿En serio, Violeta? Claro que quiero aceptar, pero... ¿por qué tiene que ser con él?

Juanjo se desplomó en el sofá de su piso, aún procesando la noticia que su representante, Violeta, le acababa de dar. La sorpresa y la incomodidad se mezclaban en su mente, como si lo hubieran arrojado a un torbellino de emociones que no sabía cómo manejar.

La pelirroja, con su característico aire de autoridad, se sentó a su lado, mirándole con una mezcla de incredulidad e impaciencia—. Te estoy diciendo que vas a ser embajador de Dolce&Gabbana a nivel internacional, ¡¿y me preguntas por qué con Martin?! —al ver que Juanjo no respondía, soltó un largo suspiro—. Tío, ¿sabes quién es Martin? Es la cara que está en todas las películas más taquilleras ahora mismo, acaba de rodar con Ana de Armas, ¡es un referente global!

Juanjo exhaló pesadamente, intentando ordenar sus pensamientos—. No es que no quiera hacerlo, Violeta... pero él y yo no estamos en los mejores términos, por decirlo suave.

Violeta bufó, visiblemente harta—. Mira, cariño, no sé ni me interesa saber de dónde viene ese mal rollo entre vosotros, pero ¡esto es la oportunidad de tu vida! —le tomó la mano con un gesto persuasivo—. Sé que querías tomarte un respiro, alejarte del trabajo unos meses, pero mantenerte en la cima requiere esfuerzo constante. Piensa en tus fans internacionales. ¿Te imaginas lo que fliparían viéndote en traje por las calles de Italia?

Juanjo, sintiéndose abrumado, se recostó en las piernas de Violeta, buscando un consuelo que no terminaba de encontrar. Mientras ella acariciaba su cabello, él no podía dejar de darle vueltas al dilema en el que se encontraba. Por un lado, sabía que la propuesta era una oportunidad única, un trampolín hacia un reconocimiento aún mayor. Pero por otro, la idea de pasar tiempo a solas con Martin, el actor vasco que había dejado una huella tan confusa en su vida, le hacía dudar.

Era un conflicto interno entre la ambición profesional y los fantasmas personales. Sabía que Violeta tenía razón, pero sus sentimientos complicaban todo. Estaba atrapado en un juego de tensiones, donde los pros y los contras se entrelazaban, y cada decisión parecía arrastrarlo hacia una dirección diferente.

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