Capítulo 3

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El agua corre por mi cuerpo, limpiando todo a su paso.

Disfruto la sensación que me provoca la temperatura de esta, caliente, hirviendo.

Paso la esponja por mi cuerpo para limpiar la suciedad de mi cuerpo, estar toda la noche acostada sobre el pasto lodoso no fue la mejor idea.

Alcanzó el albornoz, y realizó un nudo a la altura de mi cintura para mantenerlo en su lugar.

Mis pies descalzos recorren toda la habitación hasta llegar a mi armario, donde ya tengo mi vestimenta del día de hoy.

Término de deslizar el polo sweater azul por mi torso, cuando escucho como tocaban la puerta de mi habitación.

Camino hacia ella.

— Buen día, señorita Blackwood —abro la puerta revelando la presencia de una de las señoritas de servicio, quien sonríe con amabilidad.

— Buenos días.

— La señora Aurora me envió a ver si necesitaba algo —explica.

— Estoy bien, gracias —respondo—. Mi ropa aun me queda, y creo recordar dónde queda la mayoría de mis pertenencias.

Bromeo sin gracia.

— Lo siento no era mi intención ofenderla —se disculpa claramente avergonzada.

— Oh, no, tonterías —niego con una leve sonrisa—. No me ofendiste, creo que debería dejar de hablar antes de que mi sarcasmo se convierta en más que un escudo ante mi forma de enfrentar este tipo de situaciones.

Sonrío lo mejor que puedo, provocando una mueca de incomodidad en la pobre señorita.

— ¿Está segura de que no necesita nada? —pregunta con cierta duda.

— Si, estoy segura —asiento levemente—. De hecho me encontraba por ir a desayunar —comentó empezando a cerrar la puerta an mis espaldas.

— No le quito más su tiempo, mi señora.

Me detengo abruptamente al escuchar eso último.

«Mi señora»

— No soy la señora de esta casa, Black Rose House ahora le pertenecen Gerauld Dagger —aclaró sin emoción alguna.

Bajo las escaleras sin esperar una respuesta.

Mi estómago se remueve ante la extraña sensación que me produce pronunciar ese nombre.

Ignoro mis delirios, y sigo mi camino hasta el comedor, donde me recibe el olor a bizcocho de mantequilla, escaneo la mesa, y la imagen es un festín.

— ¿Quién viene? ¿La reina? —inquiero con diversión.

— Estuviste fuera por tres años, dejame consentirte —comenta Aurora haciendo acto de presencia.

— Tal vez si me voy otros tres años más, la comida llegaría hasta la otra habitación.

La mirada amenazante de la pelirroja me hace callarme.

Tomó asiento en la silla que me corresponde, me estremezco al notar que no debería tomarle mucha importancia dado que ya no hay quien tome los demás lugares disponibles.

Observo todo en busca de la única cosa que alegra mis días, al no encontrarlo giro mi cabeza en busca de la ama de llaves.
— ¡Jesús! —pego un brinco al verla sentada a mi lado, demasiado cerca.

— Así tendrás la conciencia —comenta ante mi reacción.

— ¿Disculpa?

Antes de que pueda comentar algo siento como me sujeta de las manos dándome un apretón, la respiración se me corta ante este acto, levantó la vista con nerviosismo.

La Herencia BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora