El pecho me sube y me baja con violencia, mi respiración es un asco.Mis mejillas están ardiendo.
Caigo de bruces al suelo.
La suciedad se me pega en la mejilla por el impacto contra el suelo.
— Vamos, arriba, arriba —anima con una sonrisa burlona—. Ya tienes experiencia, entrenaste antes.
— ¡Cuando tenía siete! —bufo incrédula, estiró los brazos en el suelo impulsándome.
— Puedes con esto.
Desvió la mirada molesta, me siento cansada, sucia e incómoda.
Me remuevo incómoda al sentir un malestar en mis pechos. Reacomodo el top deportivo que los cubre, buscando liberar un poco de la presión sobre ellos.
— ¿Qué pasa? —pregunta intrigada, frunciendo el ceño.
— Nada.
Levantó la mirada volviendo a posición de ataque.
Hemos estado entrenando por horas después de clases. Tal vez sea mi falta de actividad física o la insensibilidad del pelinegro pero todo me duele, puedo sentir como se empiezan a formar moretones en mis brazos y piernas por los golpes.
— Elizabeth —advierte, aferrado a seguir con el tema.
Hago una mueca ante lo embarazoso que voy a decir.
— Me duelen los pechos —susurro bajito.
— ¿Qué?
— Me duelen los pechos —repito usando el mismo volumen de voz.
— Habla más fuerte, no te entiendo —ordena irritado.
— Mis pechos —los señalo avergonzada, siento como me sonrojo—, duelen.
Asiente entendiendo.
Inclina la cabeza fijando su mirada en ellos, pasó saliva.
Se acerca, rompiendo la parte trasera, jadeo sorprendida. Continúa ignorando mi sorpresa, rompiendo los lados, mete tres dedos al frente justo en medio de mis pechos, y con menos fuerza rompe una parte del top.
Reaccionó rápidamente cubriéndome con los dos brazos, incrédula de sus acciones.
— Listo —se encoge de hombros con una sonrisa pícara.
— ¡Mierda! —exclamó tratando de cubrirme.
— Esa boquita —murmura con la mirada fija en mis labios.
Levantó la mirada, atreviéndome por primera vez en días a verlo a los ojos.
— ¡¿Qué está mal contigo?! —preguntó golpeando su pecho con mi dedo.
— Me estás viendo —comenta ignorando mi pregunta.
— Claro que lo hago —respondo obvia, cubro mi pecho con la mano desocupada—. ¿Qué fue eso?
— Estabas incómoda.
— ¡Si! Pero no era como para que me destrozaras la única prenda que me mantiene cubierta.
Rueda los ojos.
Golpeó de nuevo su pecho, una y otra vez.
— Tranquila, bonita —susurra sujetando mis muñecas, deteniéndose.
Dejó de cubrir mis pechos para cubrir mi rostro, las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.
Me siento tan humillada, débil.
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La Herencia Blackwood
Mystery / ThrillerA lo largo de nuestras vidas nos enfrentamos al dolor, en ocasiones por nuestra culpa y en otras por segundas personas. Pero no hay dolor más grande que el de perderlo todo, casa, amigos, familia y a ti mismo. No existe nada peor que perderse a sí m...