Dylan me observa con una expresión incrédula.— ¿Qué pregunté?
Frunzo el ceño confundida.
— ¿Qué cómo estaba? —inquiero.
— Y porque acabo de escuchar de tu nueva experiencia sexual con mi hermano.
Las mejillas se me calientan de la vergüenza.
— Pero tu preguntaste —me defiendo.
—¡¿Cómo estabas?! —enfatiza exaltado—. Yo no quería saber cómo es mi hermano en la cama, mucho menos cómo es en la cama con mi mejor amiga.
Me remuevo incómoda en mi lugar.
— Disculpame.
Su semblante se relata, niega acercándose, toma mis manos con suavidad.
— No discúlpame tú a mí, Lizzy —deja un beso en mi frente—. Se que tienes muchas preguntas, y dudas referente a eso, y en verdad me siento afortunado de ser la persona a la que le tienes la confianza de contarle todo, tal vez si fuera un chica esto sería menos incómodo.
— Pero yo quiero que seas tú.
Sonríe.
— Hagamos esto —me indica que me siente a su lado, ambos nos dejamos caer al mismo tiempo sobre el colchón, gira su cuerpo—. Cuéntame cómo te sientes pero sin dar detalles.
Rio negando.
— Mejor hablemos de otra cosa.
— ¿Segura?
— Completamente.
Suspiro dándome la vuelta hasta que mi vista sólo enfoca el techo.
— ¿Alguna vez has sentido que tu mente es tu peor enemigo? —preguntó con la mirada perdida, mi voz suena distante, sin sentimiento alguno.
— Si, algunas veces ¿por?
— Yo lo siento todo el tiempo.
Silencio.
Un silencio que deja mucho que pensar.
Siento cómo se remueve hasta quedar a mi lado, nuestros hombros se rozan, su mano sujeta la mía en un reconfortante agarre, giró mi rostro.
— ¿Qué es lo que te atormenta?
— Tengo este pensamiento bastante recurrente sobre vivir en una gran mentira, no entiendo la mitad de las cosas que suceden y la otra mitad me aterran. He vivido en una burbuja lejana a la realidad, mi realidad. —me rompo soltando un sollozo lastimero.
— Lizzy...
— No puedo confiar en mi mente, todo es tan retorcido y oscuro, todo el tiempo pienso en cómo fábulan en mi contra, como los italianos planean mi muerte, también los que no me aceptan, ellos de verdad me matarían por no tenerme en el poder... y pienso en deshacerme de hechos constantemente, en ellos sufriendo dolorosamente solo por causarme este pesar.
Observo fijamente el verde brillante con confidencia.
— ¿Estoy perdiendo la cordura? ¿Estoy loca?
— No, no lo estás —niega sin dudar—. Estás siendo humana, el miedo es lo más humano existente, y tú eres una buena persona que ha pasado por cosas muy malas, es normal que te sientas tan perdida después de tanto dolor. No estás loca estás sobre sintiendo.
Asiento aceptando sus palabras, encontrando conforte en su mirada.
— DyDy.
— ¿Si?
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La Herencia Blackwood
Mystery / ThrillerA lo largo de nuestras vidas nos enfrentamos al dolor, en ocasiones por nuestra culpa y en otras por segundas personas. Pero no hay dolor más grande que el de perderlo todo, casa, amigos, familia y a ti mismo. No existe nada peor que perderse a sí m...