Capítulo 42

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Advertencia: Mención sexual (dedeo), y masturbación (masculina), al final del capítulo.

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Levantó la mirada con pesar, el crusifijo no me causa ninguna sensación de paz.

¿Qué he hecho mi señor? ¿Qué pecado estoy pagando? He seguido tu voluntad sin dudar. ¿Es acaso por sucumbir al placer carnal?, si es así no veo pecado alguno, solo sigo la ideología de Adán y Eva. ¿¡Qué he hecho!?

Mi cuerpo se convulsiona entre lamentos. No quiero esto.

«¿Acaso no he tenido suficiente señor mío?»

Todo ese dolor.

Esas pérdidas.

No tengo nada.

Y aún así te empeñas en castigarme.

Si tu voluntad era mi muerte no hubieras interferido esas tres veces, ¿así que dime qué es?

¿Por qué yo?

La piedrecita del rosario se encaja en las palmas de mi mano, siento como se incrimustran superficialmente en mi carne.

Dolor.

Parpadeo tratando de clarecer la imagen de enfrente.

«Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra.»

(Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.)

Rompo en llanto, mis manos se empeñan en desgarrar la piel de mis palmas.

— No puedo.. —niego bajando la mirada—. No puedo...más.

«Si esa es tu verdadera voluntad, llévame Pater

«Pero no dejes que mis chicos sufran el peso de lo que estoy pagando. No ellos. Han sufrido demasiado, y no quiero ser un factor más que cause más dolor en sus vidas. Deja a mis chicos.»

— Te lo ruego padre mío.







...










— ¡Corre, Beth! ¡Corre! —grita una desgarradora voz femenina.

Mi pecho sube y baja mientras corro descalza por el sendero.

No puedo voltear en busca de esa voz. Pareciera que mis piernas se mueven solas, corro sin dirección alguna hasta que unas pisadas fuertes se escuchan a mis espaldas.

— ¡Corre, beth, corre! —repite una voz burlesca y ronca, añeja.

El corazón me empieza a latir con rapidez y mi respiración se vuelve irregular, una extraña sensacion se apodera de mi cuerpo causando que me tropiece, mis manos y rodillas hacen contacto directo con el suelo, siento un ardor venir de ellas.

La vista se me nubla al ver sangre escurrir por mis manos, tieblo desesperada.

Volteo a mi alrededor en busca de las voces, mi respiración agitada no me deja enfocarme en algo.

— Beth —susurran en mi oido.

Esa voz.

Grito con fuerza.

— ¡ELIZABETH! —siento cómo me sacuden con desesperación.

Abro los ojos de golpe, trato de enfocar dónde me encuentro pero mi vista esta empañada por las lagrimas, limpió con rapidez los rastros de lágrimas.

La Herencia BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora