Capítulo 41

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Dylan Dagger.

Escucho la llave de la tina ser abierta, me mantengo sentado en el suelo al otro lado del baño. Elizabeth dijo que necesitaba limpiarse.

Su cara palida acompañada de los rastros de su maquillaje corrido por sus lágrimas mientras observaba con tanto miendo sus manos llenas de sangre es una imagen constante en mi cabeza, que me causa demasiada impotencia.

Conozco la historia detrás del porque tanta inseguridad con sus manos, la muerte de sus padres. Soy consiente de que solo recuerda pequeños fragmentos de esa trágica noche dónde ambos fueron asesinados en su casa, con ella ahí.

Mi pecho se oprime al recordar como tomo mi mano e incluso la apreto cuando se aseguro si estaba bien, en ese momento quería llorar por lo que significaba, mi Lizzie se sentía segura a mi lado. Cierro los ojos con frustración dejando que una lágrima de culpa se escape.

«Tantas mentiras»

Me levanto rápidamente al escuchar sosollozos provenientes de el cuarto de baño, mis alarmas se enciende cuando se vuelven más desesperados, llenos de dolor. Con cuidado abro la puerta, el foco se encuentra apagado solo hay una pequeña ventana que ilumina el cuarto con la luz de la luna.

La imagen de Elizabeth es desgarradora, su mirada esta pérdida en sus manos limpia con rudeza con una esponja, lágrimas recorren sus mejillas opacando a sus pecas, sus ojos estan rojos y cansados.

— Lizzy —susurro acercandome cauteloso.

— Sabía que esto pasaría —responde entrecortadamente con la voz vacía.

Gira su cabeza mirándome con los ojos llenos de culpa, deja caer sus brazos derrotada dentro de la bañera. Sube las piernas abrazandose así misma justo por debajo de sus rodillas, escondiendo su cara.

Me arrodillo a la altura de la bañera, acomodo su cabello acariciandolo. La escena me rompe al verla tan rota, como si lo que acaba de presenciar fuera su culpa. Levanta la cabeza cuando comienzo a lavar su cabello. Elizabeth deja que me encargue de lavar su cabeza bajo su atenta mirada, sigue cada uno de mis movimientos.

— Llevo meses sintiendo que me observan, todo el tiempo —confiesa dejandome helado, subo la mirada en busca de la suya—. Esto es demaciado.

La confesión me hace entender su reacción de esta noche.

— No es tu culpa, cariño —niego con honestidad, se rompe a llorar.

— Si lo es —afirma sin dejar de llorar—. Mi famila era poderosa, estaba involucrada en algo muy grande, y comentieron un error, un error que yo estoy pagando.

Suelta todo lo que ha estado guardándose.

— Creí poder con esto, ¿sabes? —su mirada se pierde en el agua rojiza—, pero es mucho más grande de lo que pensaba, es agotador. Hay demasiadas personas en busca de mi cabeza, pero antes de llegar a la mía se que tendrán que cortar otras.

Me tenso en mi lugar al percibir ese tono tan austero.

— Y temo que alguna sea la tuya —acaricia mi mejilla.

Las lágrimas corren por mis mejillas, me duele verla en este estado, tan frágil.

Descansa su cabeza en la base de sus rodillas, aprovecho para acariciar su oscura melena, masajeo su cuero cabelludo ayudandola a relajarse, siento como toda la tensión de su cuerpo se deshace. Subo mis mangas hasta lo codos, me levanto de donde estoy en busca de una toalla.

Tomo la bata que cuelga afuera de la regadera, camino de vuelta a la bañera. Elizabeth levanta la vista y sonrie a medias, sus mejillas se sonrojan dejandome confundido.

La Herencia BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora