Capitulo 22

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Muerdo la punta del dedo índice sacando el guante de mi mano.

Desabrochó la gabardina con más fuerza de la que puedo controlar, aviento la prenda sobre la cama. Suspiro aliviada al deshacer el intento de moño que tenía en la cabeza, despeinó mi cabello con los dedos.

Odio ser tan frágil.

Nadamas avisaron que el último herido estaba fuera de peligro y el pelinegro no dudó en mandarme a casa, como si fuera una niña pequeña.

Obviamente Dylan y Benedict se quedaron por la cercanía con el paciente.

El vibrante sonido que emite mi celular al otro lado de la habitación me hace enderezarme en busca de él, desconectó el aparato, revisándolo.

Desconocido.

— ¿Quién habla? —preguntó al responder la llamada.

— Un amigo.

«Nicholas»

No pienso lo mismo —respondo mordaz.

— Etiamnunc iratus es, satis? —(¿Aún estás enojada, bonita?) inquire con esa voz burlona.

— Me enviaste a casa —recalcó.

— Era lo mejor.

Bufó irritada, negando con la cabeza como si el pelinegro fuera capaz de verme.

— Bien —me rindo dejando de lado la inmadurez, él sabe más que yo—. ¿Cómo va todo?

— ¿Tan rápido te rindes? —inquiere divertido.

— Nicholas.

Todo va bien, nadie ha muerto. Todavía.

— ¿Qué hay de ti? ¿Has comido algo?

Una risa se escucha al otro lado de la línea, revelando que no está solo.

No ha comido, hermosura —grita Benedict al otro lado de la línea, burlándose.

— Ya veo —juego con un anillo que me encontré sobre el escritorio, muerdo el interior de mi mejilla—. No estás solo.

— Lamentablemente.

— Es tu hermano.

— Es un imbecil.

— Sigue siendo tu hermano —enfatizó con diversión. Lo quiere, a su manera pero lo hace—. Además el padre de su amiga fue herido de gravedad, se amable con él.

Me tensó al escuchar esa risita sarcástica característica de él, tan profunda.

— Sam es un chico —aclara entre risas.

— Lo siento —murmuró avergonzada.

— Ve a dormir, Elizabeth.

— ¿Ya no soy bonita?

— Creí que estabas molesta.

Ruedo los ojos con fastidio al ver que no logré mi cometido, desencajarlo por completo.

— Tienes razón, Nicholas—respondo con un tono seco,molesta—. Buenas noches.

— Eliza...

Terminó la llamada, dejando el celular sobre el escritorio donde estuvo desde que se activó.

El agua corre hasta llenar la bañera por la mitad, pruebo la temperatura del agua, caliente, antes de deshacer el nudo de mi albornoz y entrar en ella.

La Herencia BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora