Nicholas Dagger.La oscuridad de la habitación me permite pasar desapercibido.
El cuerpo se mueve lentamente, mostrando que claramente está respirando.
No dudo en acercarme.
Apareció la silueta, su cuerpo está de lado poniendo todo su peso sobre su brazo izquierdo. La posición parece un tanto incomoda a mi parecer, pero a la pelinegra parece no molestarle en absoluto.
Me tomo el atrevimiento de acariciar su mejilla, provocando que se remueva.
Retiro mi mano y me oculto entre las sombras, pero parece no haberse despertado.
Una sonrisa divertida aparece en mi rostro al percatarme de su vestimenta, un camisón de tela blanco, inocente, pero con el cuerpo que tiene luce todo menos inocente.
Tentativo.
Más de diez años detrás de ella, y ahora la tengo a unos cuantos pasos.
Esos ojos oscuros como la noche opacados por esa mirada dulce, que desde hace años me tienen como un maldito psicópata siguiéndole el rastro.
Dejó de ser un maldito hijo de puta por un momento permitiendo ponerme en sus zapatos, ha perdido todo, su familia. Su mirada refleja dolor, y su forma de actuar solo muestra lo afectada que está por toda la situación.
Sin embargo, henos aquí, las piezas en el tablero se movieron a mi favor, y si todo sale como lo planeado logre lo que desde hace tiempo ha sido mío. Nuestro.
Ella lo merece, más. Ella es el claro ejemplo de que las personas buenas sufren más, y que son las primeras en irse, pero ella se aferra a esta vida casi sin ser consciente de ello.
Si hace tres años no lograron que esta obsesión insana por ella desapareciera, no se que va a hacer de mi al tenerla tan cerca.
Pobre de ella.
Un alma pura más para desviar del buen camino.
— Tu es meus, Elizabeth —(Eres mía en latín) susurro enredando un mechón de su cabello en mi dedo.
...
Benedict Dagger.
Me descubro al sentir calor.
Me vuelvo a cubrir al sentir una ráfaga de viento.
El calor vuelve y me obligó a destaparme.
Me cubro de nuevo.
Me descubro.
Me cubro.
Me descubro.
Me cubro.
Me des...
— ¡Ay! —chillo al enredarme.
Suspiro con desesperación, mi vista se percata de la existencia de pequeños ruiseñores trazados en el papel tapiz que decoran las paredes. Extraño.
«Cuatrocientos dos»
Jalo más la cobija hasta cubrir por encima de mi barbilla, ahora que lo pienso serán cuatrocientos dos ruiseñores mirándome mientras duermo, miedo.
No me gusta esta casa, es grande, y silenciosa.
Literalmente no hay ni un solo ruido.
Pero tiene un salón gigantesco perfecto para hacer una fiesta masiva, puedo verme bailando entre la multitud con una botella de tequila barato en mi mano, a gusto.
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La Herencia Blackwood
Mystery / ThrillerA lo largo de nuestras vidas nos enfrentamos al dolor, en ocasiones por nuestra culpa y en otras por segundas personas. Pero no hay dolor más grande que el de perderlo todo, casa, amigos, familia y a ti mismo. No existe nada peor que perderse a sí m...