Capítulo 10

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Gritos.

Sangre.

Un hombre.

El cuerpo de mis padres.

Sangre.

— Es algo tarde, no crees —después de varios minutos observando en la oscuridad decide anunciar su presencia.

— Si.

— Fue un día largo, querida —siento cómo se posiciona a mi izquierda—. Deberías descansar.

— Tres días —suelto con decisión.

— ¿Qué pasa en tres días?

— En tres días me presento en la empresa, tres días —aclaró, volteando finalmente.

Su expresión de orgullo es lo único bueno a destacar, asiente comprendiendo. Una leve palmada en el hombro es lo que siento antes de que se retire, retomo lo que estaba haciendo antes de que decidiera hablar.

Los ojos son los que delatan nuestros más profundos secretos, una mirada es capaz de destrozar un corazón en mil pedazos, una mirada seria el alivio de un alma en pena, la respuesta a esa pregunta.

Pero la mirada de un Blackwood no, nuestras miradas solo atraen. A veces siento que nuestras miradas son las causantes de tanto revuelo, de tanto dolor. Ya que estas no expresan nada, a excepción de la mía.

Toda mi atención está puesta en esa mirada, tan parecida a la mía pero tan diferente a la vez, su retrato logra personificar su esencia, poder, es lo más parecido a verla en persona. Sin embargo no logro encontrar ninguna pista o santa señal que me diga que hacer, pensar, sentir.

Aparto mi vista del retrato de mi abuela comenzando a alejarme de ese lugar.

...


Salgo del baño con mi albornoz cubriendo mi cuerpo húmedo, recién salido de la ducha.

No pude dormir en toda la noche, así que mi día empezó más temprano.

En el armario selecciono lo que me pondré el día de hoy, la tonalidad gris gana en cada una de las prendas, un pantalón de tela que combina con mi suéter gris unos tonos más claros que este, agregas un cinturón café como accesorio.

La puerta de mi armario se abre sin aviso cuando estoy por terminar de colocarme mis tacones.

— ¿Quién es usted? —pregunto al levantar la vista y no reconocer a la señora, quien por su vestimenta parece un personal de servicio.

— Phia, mi señora —responde sin mirarme a los ojos.

— Disculpame Phia, pero no tengo idea de quién eres. —aclaro manteniendo una postura firme.

Miró discretamente el arma que se encuentra debajo del tocador, no pienso usarla jamás, pero no está de más.

— Sirvo para el señor Dagger, mi señora —explica con temor—. El me envió a entregarle esto.

Señala el portatrajes que se encuentra entre su hombro y su brazo, había pasado por desapercibido aquello. Sonrió levemente al verla tan incómoda.

— Pude dejarla aquí —señaló el mueble en medio del armario, donde se encuentra una parte de mi ropa.

La señora sigue mis instrucciones, tratando los portatrajes con suma delicadeza como si estos fueran a romperse, se asegura de que estén acomodados antes de marcharse sin decir una sola palabra, no pude agradecerle.

Deslizó el zipper del portatraje revelando su contenido.

Un hermoso vestido de fiesta opaca cualquier objeto en la habitación con su belleza, es strapless, ajustado del torso, en la parte de la falda tiene una abertura, separando la tela oscura de una clara, gris, un forro de tul gris es lo que revela la abertura.

La Herencia BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora