Capítulo 6

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El estruendo de algo rompiéndose hace que me levanté de golpe, ni quiera he logrado despabilarme cuando ya me encuentro abriendo la puerta para buscar el origen del tan estruendoso sonido, al abrir la puerta produce un sonido chirriante logrando llamar la atención de los tres chicos que se encuentran en una chistosa posición.

Detesto cuando alguien interrumpe mi sueño pero debo admitir que la imagen tan graciosa que se encuentra enfrente de mi hace que mi disgusto sea reemplazado por unas inmensas ganas de reir.

— Buenos días, hermosura —me saluda el castaño con una sonrisa pícara—. ¿Te hemos despertado?

— Buenos días... —al parecer nota como he olvidado su nombre.

— ¡Carajo! hermosura —se lleva una mano al corazón con dramatismo—. Has herido mi ego al no recordar mi nombre pero te perdono —me sonríe con diversión—. Solo por ser tan hermosa.

—Benedict — trata de llamar su atención el pelinegro—. ¡Quítate de encima!

— ¡Ups! — el castaño se lleva una mano a la moca con fingida inocencia—. Lo siento tanto Nicky me olvide de este pequeño detalle —señala la posición en la que están, el pelinegro está tirado boca abajo en el suelo, y el castaño se encuentra encima de él mientras el rubio trata de quitar de encima al castaño—. Ya que mi atención se ha puesto en la hermosa señorita que se encuentra en un lindísimo camisón.

Bajo la vista y la vergüenza me invade al notar que efectivamente me encuentro en camisón, con pena llevo mis manos a mis pechos tratando de evitar que se perciba algo por la transparencia de la tela, «Que vergüenza».

—Y-yo necesito retirarme —señalo mi cuarto y sin decir algo más corro en busca de algo para tapar la transparencia de mi vestimenta.

— Elizabeth...

No alcanzo a escuchar lo que el castaño quería decir, ya que he cerrado la puerta con fuerza, le pongo seguro a la puerto para evitar que alguien pase, me recargo en esta sacudiendo mi cabeza con intención de olvidar tan embarazoso momento.

Me encamino al baño para poder tomar una ducha, al salir escojo un pantalón de tela de color gris oscuro junto a una blusa con mangas largas de lana gris, agrego un cinto de color café. Tomo asiento en el sillón que se encuentra en medio del cuarto para ponerme un par de Mary Jane clásicas de color negro.

Después de agregar un poco de rubor en mi rostro salgo de mi cuarto percatandome de que los hermanos Dagger ya no se encuentran en la estancia que se encuentra en medio de las habitaciones esto hace que me sienta más confiada para bajar a desayunar, sin tener que pasar por embarazosas situaciones.

Las risas se escuchaban a pesar de que ni siquiera estaba cerca del comedor esto produjo que una extraña calidez recorriera mi cuerpo, mi presencia corta las risas y eso me hace sentir extraña.

No quería que pararan.

— Buenos días querida — me saluda el señor Gerauld con una sonrisa—. ¿Cómo amaneciste?

— Bien, gracias — le devuelvo la sonrisa, tomó asiento en la mesa quedando justo enfrente de los tres chicos, al lado del señor Gerauld—, ¿usted cómo amaneció?

— A esta edad estoy feliz de haber despertado —bromea pero no me da risa su chiste—. Oh Elizabeth lo siento y-yo...

— No se preocupe — niego con la cabeza, entiendo que su broma no era con dolo.

— Bien — trata de tomar mi mano la cual descansa sobre la mesa pero no se lo permito así que solo se limita a dar pequeños toques en mi antebrazo—. Come querida antes de que estos tres —señala a los chicos Dagger con el cuchillo mantequillero—, te dejen sin nada.

La Herencia BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora