PECADO DE ALFA

4. Nueva vida

Aziraphale estaba en cama. Pero en un cuarto diferente. Aquí se encontraba bastante adolorido.

Pero no podía hacer mucho. 

Notó que estaba encadenado. 

Un sirviente entró y vió a Aziraphale despierto.

-El amo Crowley me encargó que comiera esto. 

El sirviente cargaba con una canasta. Y dentro de estas, se encontraban vegetales como espinaca, algunas legumbres y frutas. 

En otra habían huevos, frijoles y un trozo de carne. 

-Un médico vendrá pronto. Usted debe estar en óptimas condiciones de salud. No puede fumar ni beber, por lo que no le daremos nada de esto. Por mi parte es todo señor- Este dejó las cosas en una mesa. 

Aziraphale no entendía nada. 

Empezó a ver que más podía comer. Pero al parecer, él tenía que prepararse su comida. Las frutas no eran muy apetitosas, y debía apresurarse a preparar la carne. No tenía refrigeración para estas. 

Pero lo que más le intrigaba, era este nuevo lugar donde se encontraba. No en su antigua casa. Solo podia notar sus flores a través de una de las ventanas de este cuarto. Y una puerta de madera algo maltratada, además de una vieja mesa, una cama, un baño sin nada de privacidad, además de una estufa y una chimenea. Todo en el mismo sitio. También podia ver unos cuantos platos y cucharas, además de viejos sartenes y cacerolas que podría usar para hacer su comida. SIn embargo, todo esto era extraño para él.

No era de su agrado, pero era mejor que en las calles. 

Y estar encadenado le daba movilidad para estar en esta habitación. No podía salir. 

Poco tiempo después, un médico llegó.

-Buenas tardes. Vengo a revisarle. Necesito que se recueste un momento. Haré una inspección visual por si presenta heridas en su cuerpo. 

Aziraphale se asustó de momento. Pero obedeció.

-Usted puede sacarme de aquí. No estoy aquí porque lo deseo.

Hablaba intentando que él médico lo ayudara. Pero este lo ignoraba. 

Pasó un largo rato. El médico había revisado el cuerpo de Aziraphale, y limpiando las heridas de su rostro. Terminó para despues pedirle a Aziraphale que se recostara de nuevo.

Aziraphale solo sentia como este revisaba su cuerpo. Y obedecía a las indicaciones del médico.

-Necesito revisar su área genital. Esto me ayudará a ver que todo esté en orden. Por favor, abra las piernas.

Aziraphale se tensó. No quería hacerlo, pero al final tuvo que obedecer.

El médico palpaba y parecía anotar en un cuaderno. 

-Muy bien. Es todo. Puede descansar. Tome estos medicamentos. Le ayudaran con el dolor y a prevenir posibles infecciones. 

El doctor se levantó y se retiró. 

Los frascos de pastillas no tenían nombre. Solo indicaciones. 

Sabía que debía solo quedarse aquí y sobrevivir. En algún momento, debía irse.