PECADO DE ALFA

16. Tortura (Anthonny)

Para Crowley, esto era distinto. 

El aroma de Aziraphale había provocado que él reaccionara diferente. Solo de imaginarlo...

Un olor en plena transición. Un olor que despertaba los instintos más bajos de él. Algo primitivo que odiaba. 

Y entonces su mente luchaba con ese impulso idiota de caer por él. No podía hacerlo. Aziraphale era un criminal. Un asesino. Su enemigo. Un enemigo que había terminado con la vida de las personas que él amaba. Porque a pesar de no conocer a su hijo, solamente él sabía de esto. Solamente él cargaba con el peso de las muertes de su prometida e hijo. 

Era el principal responsable. Aunque no la haya asesinado directamente. Él había provocado su tragedia. 

Pero ahora, estaba sosteniéndolo. Ayudándolo a mantener el calor corporal. Crowley no se había desnudado por completo. Pero podía sentir el contacto de piel con piel. Observaba el rostro de este, relajado por el sueño. Y poco a poco, respirando con más facilidad. 

Pero al acercarse más...Crowley podía olerlo...podía oler ese maldito aroma dulce que le nublaba el pensamiento. 

Aziraphale había logrado sobrevivir. Pero la mente del pelirrojo estaba llena de contradicciones. Siempre había algo que Aziraphale decía con el fin de herirlo. Y el rubio lo lograba. Lograba abrir tanto esa herida...y en tantas ocasiones, Crowley le había deseado la muerte. Pero ahora...todo eso estaba tambaleando peligrosamente, debido a su nueva casta. Ese deseo animal que se ocultaba en todos los humanos. Un deseo que detestaba.

El alfa cerró los ojos, intentando ordenar sus pensamientos. Pero todo en él, era un caos interno. 

Aziraphale...lucía tan débil, tan necesitado de atención, tan vulnerable...

¿Qué rayos le estaba pasando a Crowley?

El médico entró. Anthonny no había dormido. Se habia asegurado de mantener a este caliente. 

— Buenos días señor Crowley. Lamento haberlo despertado — El médico comenzaba sacando sus cosas. Iba a revisar al ahora omega. 

—No se preocupe...emm... Buenos días. 

El médico le revisaba todo. La temperatura estaba bien. 

—Puede dejarlo. Esta estable. 

Crowley asintió. Lentamente, se retiró de la cama. 

Este no despertaba a pesar del movimiento, cosa que agradecía Crowley. Era lo mejor para los dos que solo uno de ellos tuviera estos recuerdos. 

No sería sencillo. El olor del omega se había quedado impregnado en Crowley. 

El doctor  notaba esto. 

—Señor Crowley, debería tomar un baño y descansar — Observaba las ojeras en el pelirrojo. 

—Claro...si...mandare a un sirviente a vigilarlo.

Salió de la habitación, no sin antes dar un último vistazo.