19. Impotencia.

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Aziraphale con mucho esfuerzo, se había bañado, quitándose lo más que podía del olor del alfa. No quería recordarlo. No quería nada de él. 

Ni siquiera el dolor físico podría sobrepasar el dolor emocional que lo estaba consumiendo. La impotencia de no haberse defendido más por el ataque. 

Solo esperaba no volver a ver a este en un largo rato.

Su cuerpo dolía, pero sabía que este sanaría. Sin embargo... ¿Quién podría olvidar lo ocurrido?...Por lo menos, él cargaría con ese maldito recuerdo. Esa maldita violación que Crowley había forjado con dolor en su contra. Aziraphale sentía que esto habría quebrado su fuerza, su espíritu. Se sentía usado, sucio, y roto. 


Se arrinconó en la cabaña, abrazándose a sí mismo con sus rodillas. 

Todo esto había pasado en poco tiempo. Crowley le había cumplido al pie de la letra sobre el infierno que le sobrevenía. La humanidad de Anthonny se había desvanecido. Quedaba un demonio frente a él. Uno capaz de hacer lo impensable. Y todo, todo terminó de manera muy rápida entre los dos. Ya no había nada que salvar. Ni siquiera estaba seguro de poder superar esto. 


Si antes le parecía repulsivo lo que estos tipos en la calle le hacían por ser alfa y no tener dinero, ahora no quería imaginarse lo que le harían sabiendo que es un omega. Y aún a pesar de haber pasado por algo como eso, por alguna razón la violación que el alfa le había hecho tenía más peso sobre él. 

Solo le quedaba aferrarse a la esperanza de que esto terminaría en algún momento. Algún día, el escaparía lejos de esta casa. Escaparía lejos de Crowley. Podría encontrar paz en su corazón y alma. 








Crowley poco a poco sintió ese dolor punzante en su cabeza. Abrió los ojos, viendo como la luz se colaba por su ventana. El cuerpo lo sentia pesado, y habían varias botellas de vino en su cama. Estaba en su habitación. Su ropa estaba descolocada, ni siquiera se la había quitado. 

Sin embargo, no tardó mucho en recordar. Uno que otro recuerdo de la noche anterior, pedazos vagos que de repente, venían a su mente. Pero poco a poco, empezaron a tomar sentido. A tomar coherencia. Cada uno más claro que lo anterior. 


Se levantó lentamente, sentándose. Sintió el frío del piso bajo sus pies. Y entonces una oleada de asco lo envolvió. Y con ello, un recuerdo. 


Aziraphale, debajo de él, con la vista de su trasero y sobre su mano, su pene tratando de acomodarlo en el omega.


El estómago se le revolvía. Pero era por la resaca, combinada con otra cosa. Corrió al baño y empezó a vomitar. 

Lo peor es que él sentía culpa, y asco por lo que había hecho. Había traicionado algo importante en su vida: Asthoreth. 

Asthoreth, la mujer a la que él le había prometido amor eterno. A la omega que el había prometido fidelidad, un futuro juntos, incluso una vida feliz, todo esto se había ido directo al caño. Sus acciones habían tirado a la basura esto. Terminó de vomitar. Sus acciones...eran algo que ni siquiera el mismo reconocía del todo. Es decir...si...quería hacerlo sufrir. Quería que Aziraphale sufriera...pero no en sus manos. No con él. No de este modo. 

PECADO DE ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora