31. Llanto

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12 meses


Aziraphale recibía visitas inesperadas del alfa. 

Pero este no venía a hablar. Solo le dejaba ropa, comida, o a veces, un libro. El omega no comprendía. 

El alfa actuaba de una forma, para después, comportarse de otra manera. Lo confundía, y esto parecía incluso una burla a la situación en la que los dos se enfrentaban.

Pero el omega no salía de la mansión. Y tampoco lo habían regresado a la cabaña. El médico lo revisaba, asegurándose de que todo estuviera bien. Y así era. Se aseguraban de su buena salud dándole buenas comidas, descanso, y un techo. El omega era examinado cada semana, con el fin de poder asegurarse de la salud que él tenía. Era medicado, y Aziraphale sabía en qué sentido iba esto, y para qué. No tenía sentido luchar o discutir. Solo obedecía. Podía intuir un poco la razón de esto.

Siempre eran revisiones para asegurarse de que estuviera libre y sin infecciones sexuales...no era tonto.

¿Qué más haría Crowley contra él?

Pero sin embargo, el omega tampoco se había quedado en este lugar sin hacer nada. Podía escuchar. El llanto de su bebé. Todo el tiempo que estuvo ahí, solo podía escuchar el llanto de su bebé. Y aunque de principio, y por el bien de su bebé, trataba de ignorar eso, las ganas de poder conocer al ser que tuvo dentro de él y que además, era parte de Crowley, lo empujaban a intentar algo. 



Quiero conocer a mi cachorro.



Su mundo en las cuatro paredes no lo aislaba de los llantos de su cachorro. Podía escucharlo. Y le torturaba no poder acercarse. 

Había pasado un año desde que le habían separado de su bebé. Pero aún así, y a pesar de que estaba en esta mansión con comida, agua, y un techo sobre él, se sentía prisionero en esta mansión. Antes pensaba que el lugar le jugaba una mala pasada, pero no. Su bebé estaba en una de las habitaciones de la mansión, al cuidado de alguna sirviente, lejos de él, lejos de todo. Las semanas se convirtieron en un mes donde el pudo escuchar el llanto de su cachorro. Al menos, ahora conocía el llanto de su bebé, algo que el alfa le había negado. Pero no podía salir del lugar. 

Y un día de estos, armado de determinación, iba a acercarse. Iba a hacerlo. Ir tras su bebé. El alfa solo lo visitaba por las noches, así que podía aprovechar para conocer a su hijo, o hija.


Pero ahora, su bebé lloraba de nuevo. El corazón del omega se estrujaba. Le desesperaba no poder acercarse, no poder consolar al bebé apropiadamente. Esta era una tortura que le desgarraba. El llanto continuó en un rato más, y todo lo que él deseaba era sostener en brazos a su bebé. Imaginaba como sería. Si sería pelirrojo, rubio, si tendría los ojos del alfa, o los suyos. 

Y la puerta, estaba cerrada con llave. Solo le quedaba esperar a que se le presentara una oportunidad, e ir a buscar. 

Le demostraría a su bebé que nunca lo había olvidado en todo este tiempo.

Así que se quedó sentado en la puerta, su espalda apoyando contra la puerta. Esperando...aguardando la salida. Sabia que si esto salía mal, Crowley lo mataría. El alfa, era más receptivo a la furia. Pero no importaba él estaba en todo su derecho para ver al bebé. 

Su oportunidad llegó en el momento en que una sirvienta entró. Aziraphale no lo pensó, así que se levantó de un solo salto y la empujó. Tenía fuerzas para seguir con esto. La caída de la sirvienta junto con la comida hizo un gran ruido, alertando a más sirvientes. Pero Aziraphale no se iba a detener. Sentía miedo, pero la determinación lo guiaba. Atravesaba pasillos, habitaciones, abriendo las puertas de par en par, con el corazón palpitando rápido. 

PECADO DE ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora