14. Tormenta

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Anthonny estaba fuera de sí. Estaba en su oficina. Bebiendo para tratar de calmarse. Pero su furia seguía ardiendo como un fuego incontrolable en su interior. 

Había salido de esa habitación, completamente llevado al límite.

—"Estoy seguro que de no haberla conocido, hubiera hecho más atrocidades contra ella."


Esas palabras resonaban en su cabeza. 

Una y otra vez, como cuchillos afilados justo donde dolía. 

El enojo hervía dentro de él, convirtiéndose en  algo mas que ira. 

Odio.

Rabia. 

O algo más intenso. Debía existir algo más intenso que esto. 

No tenía salida, y si antes había tenido consideraciones con Aziraphale, ahora no las tendría. Había sido débil. 

Había tenido la decencia de tratarlo como un humano. Y quizás esto no era lo que necesitaba. Quizás, después de todo, Aziraphale merecía el trato que le habían dado en la calle. Ser tratado como basura, como un objeto después de todo. Aziraphale mismo había convertido a Crowley en esta clase de persona. 

Ambos eran irreconciliables. Ya no habría piedad. 

El pelirrojo golpeó la mesa con fuerza. Todo lo que él había procurado mantener con el asesino de su prometida, la humanidad, la decencia, incluso un poco de compasión, todo eso se derrumbaba ante esas palabras que seguían taladrando la mente de Crowley.


—"Estoy seguro que de no haberla conocido, hubiera hecho más atrocidades contra ella."


—Eres un maldito demonio...te trataré como tal... — Dió un sorbo a su vaso. Y se servía más. Quizás la ebriedad lo ayudaría a mitigar esto. 

Pero él sabía que debía enfrentar esto. No podía controlarse. No podía quedarse así. 

Caminó un poco torpe, pero decidido. Aziraphale era su enemigo. No entendía como es que había podido permitir que este se olvidara de su situación. Y tampoco comprendía porqué no había mostrado su desprecio con tanto fervor. Debía hacerlo ahora. Aziraphale merecía todo el castigo y desprecio de su parte. Y el que vendría. 


Se dirigió a la habitación. Y azotó la puerta con fuerza. 


Aziraphale estaba sentado en la cama. Pero este estaba débil y miró a Crowley. El pelirrojo no se tentó el corazón. No veía a un hombre, veía al asesino de su prometida. Veía al asesino que tenía la desfachatez de burlarse e insultar la memoria de Asthoreth. Había tenido el valor de mancillar lo más valioso para Crowley, lo más sagrado para él. 

—¡AZIRAPHALE! — Gritó, agitando todo como si él fuera una tormenta — ¡NO TIENES IDEA DE LO QUE HICISTE!

El pelirrojo se tambaleaba, pero estaba lo suficientemente consciente para saber qué decirle. 

—No vuelvas a mencionar a Asthoreth...— Estaba decidido. Molesto. Y con un tono de voz peligroso, cargado de veneno —No tienes derecho a mencionarla... ¡Ya no habrán consideraciones! ¡Ya no habrá más paciencia de mi parte! ¡Mi error fué tratarte como un humano cuando eres un maldito demonio!

Aziraphale quería hablar, defenderse, pero Crowley no dió oportunidad a esto. 

—A partir de ahora, te trataré como lo que realmente eres: Mi enemigo. El asesino de mi prometida. Alguien tan sucio...tan terrible...que no merece mi compasión...ni misericordia...ni perdón. 

PECADO DE ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora