29. Sin esperanza

61 14 3
                                    


11 meses


La noche cubría por completo la ciudad. Llevaba casi un año fuera de casa. 

El tiempo pasaba demasiado rápido para alguien como él. 

Aziraphale no sabía ni cómo, pero seguía sobreviviendo. 

Seguía sobreviviendo sin propósito alguno en estas calles. Solo bastaron estos meses para conocer lo cruel que eran todos con los omegas. La desesperación era su compañera.

Y recordaba el dolor del aborto. 

Pronto, iba a conocer lo malo que era estar sometido al celo. Lo terrible que era ser fértil al estar en ese estado. Simplemente, procuraba no tener a esos bebés. Ya había perdido cuenta de las criaturas las cuales enterraba, tiraba o lanzaba al río. Y como venganza, estas criaturas le generaban dolores que eran intensos durante días. Pero, era más humano realizar esto que tenerlos en este mundo. Nunca podría darles una buena vida. 

Y entre otras cosas, hacía un mes, que había logrado encontrar su mansión. Sin embargo, no se acercó. No estaba en condiciones. 

¿Qué pensaría Crowley al verlo así?

No. No podía aparecerse así. 

Alejado del bullicio de las calles, la oscuridad era su compañera en este momento. Su cuerpo estaba agotado, agotado de abusos, de esta cadena de sufrimiento que arrastraba. 


—Quizás...es buena idea...— Pensaba en el suicidio — No...no puedo...tengo...una cachorro...

La idea empezaba a tomar fuerza. A ser la que llenara sus pensamientos. 

Pero no. No podía ceder. No iba a darle ese gusto al alfa, quien de manera inconsciente seguro que deseaba matarlo.

Él era hijo de nobles. Alfa de nacimiento. Su orgullo no le permitía morir. No le permitía perderse. No podía hacer esto. 

—Voy a seguir. Voy a vivir. Necesito conocer a mi bebé. A como de lugar. 


Algunos días parecían ser mejores. Poco a poco. Con el mínimo gesto de bondad. La gente parecía comprenderlo. Pero aún así, los malos abundaban por doquier, rondándole como demonios, buscando de qué modo hacer más miserable su vida. 

Y le funcionaba ceder ante estos y poner su mente en blanco, olvidándose de estos. A veces, podía sentir como lo drogaban con pastillas. Pero al menos, seguía con vida.


Y su odio, se transformaba. No era odio lo que sentía por el alfa. Ya no sabía que sentir con respecto a él.










Crowley estaba sentado en su estudio. En esa oficina. Mirando la luz de la luna. 

Habían pasado meses desde que Crowley había sacado al omega de la mansión. 

Su hija crecía bien. Se había acostumbrado a la falta del omega. Pero él...él aún pensaba en este. 

No tenía mucho tiempo en que el alfa había mandado personal a vigilar a este. Siempre con informes que le decían lo mismo: "El omega sigue con vida". Pero nunca sobre su estado. Solo eso. 

PECADO DE ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora