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Un zumbido constante llenaba sus oídos, una sensación entre la vigilia y el sueño que lo mantenía atrapado en un limbo extraño. Poco a poco, Hyunjin comenzó a sentir el peso de su propio cuerpo, como si emergiera de las profundidades de un océano. Lo primero que notó fue la máscara de oxígeno cubriéndole la boca y nariz, sofocante, como un recordatorio de que algo estaba mal.

El pelirrojo entreabrió los ojos, pero la luz que recibió le obligó a cerrarlos de inmediato. Todo era borroso, confuso, su respiración se aceleró y el aire entraba con fuerza en sus pulmones. Con un esfuerzo que le pareció monumental levantó una mano, sintiendo el temblor en sus dedos mientras los acercaba a su rostro. El material de la máscara era extraño al tacto, casi irreal, y con una mezcla de determinación y agotamiento, comenzó a tirar de la máscara hacia abajo, estremeciéndose ante el aire frío que se filtraba por los bordes mientras la quitaba.

El sonido de su propia respiración—ahora libre de la máquina—le pareció extraño, como si no perteneciera a él. Su pecho subía y bajaba de manera irregular, y el mundo a su alrededor seguía siendo un caos de sombras y luces borrosas.

La máscara cayó al suelo con un golpe sordo y Hyunjin cerró los ojos, intentando recuperar fuerzas. Sentía su cuerpo débil, al borde de desmoronarse en cualquier momento pero, al mismo tiempo, nunca se había sentido tan vivo.

Habían pasado dos días desde que Hyunjin fue herido gravemente por Yeonjun. El tiempo parecía haberse detenido en el momento en que él cayó al suelo, dejando un rastro de sangre y destrucción a su paso. Desde entonces, el mundo de Felix había girado en torno a este cuarto, a la espera de ese alguien que no sale de su cabeza.

El pecoso no se había movido del sillón en todo ese tiempo, su cuerpo estaba tenso, como si algo lo mantuviera en vilo. Pero ahora, ese pequeño gesto de quitarse la máscara, ese simple acto, le había dado un destello de esperanza. El menor miró al pelirrojo con los ojos abiertos de par en par, conteniendo el aliento, temiendo que cualquier sonido o movimiento pudiera romper el frágil momento.

—¿Hyunjin?— susurró, inclinándose hacia adelante, con el corazón latiendo raudosamente en su pecho.

La garganta del mayor quemaba con cada intento de pronunciar palabra. Sentía su lengua pesada, como si nunca antes la hubiera usado. El rubio, con el corazón apretado por la incertidumbre, vio la lucha interna en los ojos entrecerrados del pelirrojo.

—Tranquilo, no te fuerces— murmuró, tratando de no agitarlo.

Hwang entrecerró los ojos, tratando de enfocar su mirada en el rubio que estaba frente a él. A pesar de la confusión, no podía evitar la familiar sensación que se apoderaba de su pecho cada vez que veía al menor. Felix, con su rostro iluminado por la tenue luz de la habitación, parecía un espectro hermoso y lejano. Cada vez que sus ojos se posaban en él, el mundo exterior parecía desvanecerse, dejándolos solo a ellos dos.

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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