Experimentos que buscaban crear alguna mejora en un grupo marginado de infantes, destinados a crecer dentro de jaulas y sufrir mientras aun respiren, terminó por crear desalmados con un único latir en sus corazones y venas: sed de venganza.
Lee Feli...
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Una suave caricia rozaba la parte trasera de la oreja del pelinegro, erizando a más no poder su delicada piel. Tiraba su cabeza hacia atrás cada vez que el mayor besaba con delicadeza su cuello, y mordía fuertemente su labio para así evitar producir el más mínimo sonido; el eco del hotel era infernal.
Ambos se encontraban en una de las habitaciones de abajo, específicamente en el primer piso. El sol mañanero apenas se asomaba por la ventana, dándoles a saber que pronto deberían parar.
—Minho, oye...— logró articular en medio de un suspiro, tratando de alejarse levemente—...Ya amaneció, debo prepararme.
—Cinco minutos más— pidió el otro, besando directamente los labios contrarios y haciéndolo callar. Luego de acabada su acción, lo miró a los ojos—. ¿En serio tienes que ir?
—Si no quieres que Hyunjin me mate, sí— sonrió—. Por cierto, hoy voy a llegar más tarde.
—¿Qué? ¿por qué?— arrugó su entrecejo.
—Hyunjin quiere que lo acompañe a algún sitio después. Lo iba a hacer ayer, pero ya sabes, sucedió lo de Felix.
—No te dejan descansar, ¿eh?— encajó un mechón de cabello detrás de la oreja de su adorado novio— No te sobrecargues mucho.
—Lo mismo para ti— lo vio fijo, para después posicionar ambas de sus palmas sobre los anchos hombros descubiertos del otro, mirándolo con cierta preocupación—. Sigues cuidándote, ¿verdad?
El pelimorado suspiró al instante: sabía a qué venía con eso.
—Jisung, ya te dije que no te preocupes por lo del otro día. Solo fue una botella.
—Lo sé, lo sé. Pero llevabas más de un año sin probar una gota de alcohol— bajó la mirada— ¿Volviste a tener pesadillas? ¿o estás muy abrumado por todo esto? Si es así yo-
—Amor— le interrumpió—, estoy bien. Nos hemos esforzado mucho estos años, tanto trabajo no se irá por la borda de un día para otro— Han volvió a mirarlo en silencio por un rato.
—Lo siento— dijo finalmente—. Sabes lo ansioso que soy; el simple hecho de verte al lado de una botella de alcohol me pone nervioso. Creo que quedé más traumado que tú con eso— rió, tratando de sonar gracioso. Sin embargo, solo hizo sentir algo culpable a Minho.
—No haré que vuelvas a preocuparte, lo prometo— besó su frente—. Ahora ve a tomar una ducha, yo iré a preparar el desayuno. ¿Quieres algo en especial?
—Lo que sea que hagas está bien— dejó saber, saliendo de la habitación.
Lee se bajó del suave colchón, haciendo contacto entre sus pies y el gélido piso. Dio unos pocos pasos hasta llegar a uno de sus gabinetes llenos de ropa, tomó una simple camiseta blanca y la pasó por encima de su torso desnudo, corrigió un poco su despeinado cabello y luego, justo como el pelinegro hizo, puso su mano en el picaporte y salió del cuarto.
