Experimentos que buscaban crear alguna mejora en un grupo marginado de infantes, destinados a crecer dentro de jaulas y sufrir mientras aun respiren, terminó por crear desalmados con un único latir en sus corazones y venas: sed de venganza.
Lee Feli...
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La introducción a la clase de cámara se estaba acabando, pues, según lo que había leído en el horario, ya casi era hora del primer receso.
Ya me había dormido un par de veces, pero según entendía, el profesor había escrito en el pizarrón un código con el cual podíamos acceder a la plataforma de la universidad, entrar a su materia, acceder a los detalles de cada tarea y asignación, además de poder hacer preguntas o sugerencias.
—Dejaré algunos conceptos básicos para poder socializarlos en la siguiente clase, así podrán entender más fácilmente el tema, ¿les parece?— decía el maestro con mucho entusiasmo. De mientras, yo mantenía mi cabeza apoyada en la palma de mi mano evitando así cabecear.
Pero, cuando estuve a punto de dormirme nuevamente, el profesor fijó su mirada en mí.
— Lee Felix, ¿sigue con nosotros?— dijo en voz alta, provocando que todos me echasen un ojo encima.
—Sí, sí, claro— respondí enderezando mi espalda de inmediato, fingiendo prestar atención.
Mi cuerpo se sentía algo más pesado y apagado de lo normal, probablemente debido al hecho de que literalmente no podía recordar la última vez que comí algo.
No sabía si era por la mala ventilación, o por el dolor de mi abdomen, o porque no le he estado dando una forma de generar energía a mi organismo, pero esa mañana también me sentía especialmente mareado.
Es gracioso, porque si le hubieses dicho a mi yo de hace solo unos meses que pasaría más de cinco horas sin comer—y para colmo a voluntad propia—, se hubiese reído de llano en tu cara.
Después de contemplar internamente mis problemas una vez más finalmente sonó la campana, por lo que todos empezaron a salir de la clase. Yo, imitándolos, guardé lo poco que tenía fuera y me dispuse a marcharme.
—Tengan un buen resto del día, chicos. Si alguna vez tienen algún problema o no entienden algo, no duden en pasar por oficina docente y preguntar por Jin Yonghoon— dijo mientras ponía su bolso sobre su hombro con una linda sonrisa.
Él lucía bastante joven, le calculaba no mucho más de 30 años. Era bastante alto y no vestía como lo hacían los otros profesores—los cuales llevaban prácticamente la misma vestimenta—en cambio, él simplemente tenía una camisa oscura acompañada de unos jeans azul claro. Su cabello de color marrón oscuro no estaba perfectamente peinado, lo cual le hacía lucir incluso mejor.
No era sorpresa ver a más de un alumno suspirar cuando lo ve, si incluso hasta su voz era linda.
Ya luego de haber analizado al que se hacía llamar Yonghoon caminé hasta la puerta, tratando de adivinar mentalmente donde podría estar Hwanwoong a esta hora, ya que, en realidad, era la única persona que conocía en toda la institución aparte de Jisung, aunque no me sentía muy cómodo con él que digamos.
