Capítulo 9: Bienvenida a la regla

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Sofía se despertó la mañana del sábado con una extraña sensación de alivio. El espejo en el que se miró le devolvió la imagen de su forma femenina normal: sin barba, sin vello en sus brazos, piernas o pecho, y con su voz nuevamente suave y femenina. Era un consuelo después del cruel castigo del día anterior. La experiencia de verse transformada casi de vuelta a su forma masculina había sido desconcertante y humillante, y el recuerdo aún le causaba escalofríos.

Sin embargo, mientras se estiraba y se incorporaba, sintió otra sensación inesperada en su pecho, no de humillación, sino de algo diferente. Su mente volvió a la conversación con Jorge. Había algo en su sonrisa cálida, en su voz comprensiva, que le había hecho sentir algo que no había experimentado desde su transformación: una especie de calidez y nerviosismo mezclados, una ligera electricidad que recorría su piel al recordar cómo él se había preocupado por ella. Era una sensación nueva, más allá de la vergüenza y el temor. Sofía se dio cuenta de que estaba desarrollando sentimientos por Jorge. La idea de gustarle a alguien no le había cruzado por la mente en absoluto desde su transformación, pero ahora, pensando en Jorge, sintió un nudo en el estómago y un leve rubor en sus mejillas.

Tratando de sacudir estos pensamientos, Sofía decidió distraerse preparando el desayuno. Después de todo, era sábado, un día libre de la universidad y del constante escrutinio de sus compañeros. Mientras cocinaba, trató de ignorar las mariposas en su estómago y el calor en sus mejillas, pensando que tal vez solo era una especie de crush pasajero, un reflejo de su nueva vida como Sofía. Sin embargo, apenas había comenzado a comer cuando un dolor repentino y agudo en la parte baja de su abdomen la hizo detenerse. El dolor la tomó por sorpresa, como si alguien la hubiera apuñalado desde dentro.

Sofía dejó caer el tenedor y se dobló sobre sí misma, sosteniéndose el vientre. "¿Qué demonios...?" murmuró, tratando de comprender lo que estaba sucediendo. Luego, lo comprendió: Lucía. Esto debía ser otro de sus castigos.

Levantándose lentamente, Sofía se dirigió al baño, cada paso hacía que el dolor se intensificara. Se sentía hinchada, incómoda y con un dolor sordo que irradiaba desde su abdomen hacia la parte baja de la espalda. Cuando llegó al baño, se sentó en el inodoro y miró hacia abajo. En su ropa interior, vio una pequeña mancha de sangre. Su corazón se aceleró mientras comprendía lo que estaba pasando.

-¡Esto no puede estar pasando! -murmuró para sí misma, con los ojos abiertos de par en par. No había experimentado esto antes, y la idea de tener su periodo le provocaba pánico. Como hombre, nunca había tenido que lidiar con esto, y ahora, enfrentarse a la menstruación por primera vez era más de lo que estaba preparada para manejar.

Sofía buscó frenéticamente en el gabinete del baño, encontrando un paquete de tampones que no recordaba haber comprado. Al abrirlo, se dio cuenta de que nunca había usado uno y que no tenía idea de cómo hacerlo. Las instrucciones en la caja parecían complejas, y su ansiedad solo creció.

Con manos temblorosas, tomó un tampón y trató de seguir las instrucciones. Sentía un hormigueo de incomodidad, y el dolor en su abdomen no hacía más que aumentar. Finalmente, después de unos cuantos intentos fallidos y con lágrimas de frustración en los ojos, logró insertarlo. La sensación fue extraña y desconcertante, como nada que hubiera experimentado antes. Se quedó sentada por un momento, tratando de acostumbrarse a la sensación, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

El dolor en su abdomen seguía, como si alguien apretara sus entrañas con fuerza. Sofía se recostó en la cama, tratando de encontrar una posición que aliviara la presión, pero nada parecía funcionar. Se sentía cansada, con una especie de neblina en la cabeza, y una sensación de incomodidad constante.

"Esto es horrible," pensó, cerrando los ojos e intentando controlar su respiración. "¿Cómo lo hacen las mujeres cada mes?"

Se quedó así durante un buen rato, moviéndose de un lado a otro para encontrar algo de alivio. Finalmente, se quedó dormida, agotada por el dolor y la incomodidad.

Horas más tarde, cuando se despertó, el dolor seguía allí, aunque menos intenso. Se levantó con cuidado, todavía sintiendo la presión y la incomodidad en su abdomen. Caminó hacia la cocina y se preparó una taza de té, esperando que el calor pudiera ayudar a aliviar los calambres. Mientras bebía lentamente, su mente regresó a Jorge. A pesar del dolor y el malestar, no podía evitar pensar en él y en cómo había sido amable con ella.

Se preguntó qué pensaría Jorge de ella si supiera todo lo que estaba pasando. ¿Sería comprensivo o la vería como una especie de fenómeno extraño? Sofía sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. No había forma de que Jorge supiera lo que realmente estaba pasando con ella, y probablemente era mejor así.

Lucía apareció en la cocina de repente, su expresión era de satisfacción. "Veo que estás experimentando una parte muy común de ser mujer," dijo con una sonrisa irónica.

-Esto es un infierno -murmuró Sofía, su voz llena de cansancio y frustración.

-Quizás ahora entiendas un poco más de lo que significa realmente ser mujer -replicó Lucía con calma-. Esta es solo una pequeña muestra de lo que muchas mujeres pasan regularmente. Tal vez te enseñe algo de empatía.

Sofía no respondió. Sabía que Lucía probablemente tenía razón, pero en ese momento, estaba demasiado agotada para discutir. Todo lo que quería era que el dolor y la incomodidad desaparecieran. Lucía la observó un momento más antes de desaparecer nuevamente, dejándola sola con sus pensamientos y su dolor.

Mientras el día avanzaba, Sofía trató de mantenerse ocupada, pero el dolor y la incomodidad eran difíciles de ignorar. A pesar de todo, un pensamiento persistente seguía volviendo a su mente: Jorge. Por alguna razón, pensar en él hacía que el día fuera un poco más soportable.

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora