Capítulo 24: Un climax diferente

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El sol brillaba intensamente mientras Sofía y Jorge caminaban juntos por el campus de la universidad. Después de la experiencia surrealista de haber compartido un cuerpo, ambos estaban agradecidos de volver a la normalidad, aunque todavía sentían cierta incomodidad. Habían decidido que lo mejor era concentrarse en sus estudios y tratar de ignorar las travesuras de Lucía, al menos por un tiempo.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Jorge, mirándola con una sonrisa.

—Mejor, creo —respondió Sofía, suspirando—. Pero no puedo dejar de pensar en lo que pasó.

Jorge asintió, comprendiendo sus sentimientos. Aunque no lo admitía, él también estaba preocupado por el próximo movimiento de Lucía. Ella parecía disfrutar con su sufrimiento y, hasta ahora, cada nuevo castigo había sido más humillante que el anterior.

Justo cuando llegaron a la entrada de su clase, una extraña sensación recorrió sus cuerpos. Un calor repentino surgió en sus vientres y, por un momento, se detuvieron en seco, mirándose mutuamente con sorpresa.

—¿Qué está pasando? —murmuró Sofía, notando que algo no estaba bien.

Antes de que pudiera responder, Jorge sintió una humedad inusual entre sus piernas. Parpadeó, incrédulo, mientras miraba hacia abajo, sintiendo una confusión creciente. Al mismo tiempo, Sofía sintió un peso diferente en su entrepierna. Una rápida inspección visual le reveló algo que nunca esperó ver: una protuberancia claramente visible bajo su falda.

—¡¿Qué demonios?! —exclamó Jorge, tocando su propia entrepierna y encontrándose con un vacío donde antes había algo.

—¡Lucía! —gritó Sofía con frustración, dándose cuenta de lo que había sucedido. Ella había cambiado sus partes íntimas.

La sensación era extraña y desconcertante. Sofía trató de ajustar su postura, pero el nuevo peso entre sus piernas era imposible de ignorar. Sentía el tejido de su ropa interior ajustarse incómodamente sobre algo que no debería estar allí, y cada movimiento hacía que la protuberancia se marcara más en su falda.

Por otro lado, Jorge estaba paralizado, sintiendo una humedad que nunca antes había experimentado. Cada paso que daba enviaba una sensación de hormigueo por su nuevo órgano femenino, y la tela de su ropa interior se adhería de una manera que lo hacía sentir aún más incómodo.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Jorge en voz baja, mirando alrededor nerviosamente para asegurarse de que nadie estuviera prestando atención a sus reacciones.

Sofía suspiró, tratando de mantener la calma. Sabía que Lucía no les daría ninguna tregua hasta que cumplieran con su retorcido juego.

—Vamos a tener que aguantar hasta el final del día —respondió con un tono resignado—. Y luego... bueno, ya sabemos lo que tenemos que hacer para romper el hechizo.

Ambos se miraron con una mezcla de desesperación y determinación. Sabían que no tenían otra opción más que soportar este nuevo castigo. Apretando los dientes, entraron en el aula y tomaron asiento, conscientes de que el resto del día sería una lucha constante por controlar sus nuevos cuerpos.

A lo largo del día, las cosas solo empeoraron. En cada clase, Sofía se retorcía incómodamente en su asiento, sintiendo el peso de su nuevo apéndice marcándose cada vez más. Intentaba ajustar su postura para que no se notara, pero cada vez que lo hacía, solo parecía atraer más atención.

Jorge, por otro lado, estaba teniendo dificultades para concentrarse en las lecciones. Cada vez que se movía, sentía un cosquilleo en su nueva parte íntima, algo que nunca antes había sentido. Y para empeorar las cosas, la tela de sus pantalones se frotaba contra su piel de una manera que lo distraía constantemente.

Finalmente, cuando el día llegó a su fin, se reunieron en un lugar apartado del campus, exhaustos y frustrados.

—No puedo creer que hayamos pasado por todo esto —dijo Jorge, frotándose las sienes con una expresión de desesperación.

—Lo sé —respondió Sofía—. Pero ya casi termina. Solo tenemos que... ya sabes...

Ambos se miraron con una mezcla de resignación y algo de vergüenza. A pesar de lo incómodo que había sido el día, sabían que tenían que romper el hechizo de Lucía. Se acercaron el uno al otro, lentamente, sus cuerpos tensos y sus corazones latiendo con fuerza. Cuando finalmente se besaron, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse, y la extraña sensación de tener los roles invertidos hizo que el beso fuera aún más intenso. Las manos de Jorge se deslizaron por la espalda de Sofía, mientras ella sentía una presión diferente en su cuerpo, una sensación de deseo que crecía más fuerte.

En medio de su apasionado encuentro, sintieron un nuevo cambio. Los pechos de Sofía comenzaron a disminuir de tamaño mientras que los de Jorge crecían de forma notable. Jorge jadeó, sintiendo un peso nuevo en su pecho, algo que nunca había experimentado antes. Miró hacia abajo, asombrado al ver dos grandes pechos donde antes había solo un pecho plano.

—¿Qué...? —balbuceó Jorge, intentando procesar el cambio.

—Lucía lo está llevando demasiado lejos —dijo Sofía, tocando el lugar donde sus pechos solían estar. Su torso ahora estaba plano, y la extraña sensación de vacío era casi insoportable.

Pero no podían detenerse. Sabían que la única forma de romper el hechizo era seguir adelante. Así que, a pesar de lo extraño que se sentía todo, continuaron explorando sus nuevos cuerpos, moviéndose más cerca el uno del otro, dejando que el momento los llevara.

La inexperiencia de Jorge de su nuevo sexo hacía que no supieran muy bien qué hacer, Sofia recuperó sus recuerdos de cuando era Carlos y tenía relaciones con mujeres, así que con su miembro, empezó a embestir a Jorge, pero el solo sentía dolor al tener por primera vez una relación con una vagina en su cuerpo

Con cada movimiento, sentían cómo el hechizo iba perdiendo su fuerza. La presión en sus cuerpos cambiaba, y las sensaciones nuevas se mezclaban con las viejas. Finalmente, cuando alcanzaron el clímax juntos, una oleada de energía los envolvió, y supieron que el hechizo se había roto.

Ambos cayeron al suelo, exhaustos pero aliviados. Se miraron el uno al otro, respirando con dificultad pero riendo suavemente.

—Esto ha sido una locura —dijo Jorge, tocándose el pecho, sintiendo que todo volvía a la normalidad.

—Más de lo que podría haber imaginado —respondió Sofía, sintiendo su propio cuerpo restaurado a lo que solía ser.

Lucía, observando desde lejos, frunció el ceño. Sus castigos se estaban volviendo menos efectivos, y ahora, debía idear algo aún más retorcido. Pero por ahora, dejó que Sofía y Jorge disfrutaran de un breve respiro, sabiendo que todavía tenía muchas cartas por jugar.

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora