Capítulo 16: Reflexiones de una Hechicera

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Lucía observó desde la distancia cómo Sofía, antes Carlos, lidiaba con la última de sus humillaciones. Jorge intentaba calmarla, susurrando palabras de consuelo mientras Sofía luchaba por mantener la compostura. Desde su posición, Lucía podía ver todo: la vergüenza en los ojos de Sofía, la confusión en los de Jorge, y el caos que su magia había desatado.

Sentada en el alféizar de la ventana de su apartamento, Lucía dejó escapar un suspiro profundo. Había sido una montaña rusa de emociones desde que descubrió la traición de Carlos. Aquel día en la fiesta había sido un punto de quiebre para ella. La dolorosa revelación de la infidelidad la había dejado devastada. Carlos, el hombre que amaba, le había sido infiel. Y eso era algo que no podía tolerar. No después de todo lo que habían compartido juntos, no después de todos los sueños que habían construido.

Lucía cerró los ojos por un momento, dejando que las memorias de su relación con Carlos llenaran su mente. Recordaba sus primeras citas, las largas conversaciones bajo las estrellas, y cómo él siempre la hacía reír. Habían sido felices, o al menos eso había creído. Pero todo cambió con su traición.

¿Por qué lo hizo?, se preguntó Lucía por enésima vez. La traición de Carlos la había herido profundamente, pero en lugar de llorar y lamentarse, había decidido actuar. Utilizar sus poderes para enseñarle una lección, para hacerle sentir lo que era ser vulnerable, lo que era estar en una posición de debilidad.

Pero había algo más que rabia en su corazón. Lucía también sentía una tristeza profunda, una melancolía que no podía sacudirse. Mientras más observaba a Sofía, más se daba cuenta de que sus castigos no se trataban solo de venganza. Había una parte de ella que quería que Carlos, ahora Sofía, aprendiera algo. Que entendiera el dolor que le había causado y que se diera cuenta de la fragilidad de la vida desde otra perspectiva. Una perspectiva que antes había subestimado.

"Ahora sabes cómo se siente ser mujer", murmuró para sí misma, viendo a Sofía abrazarse a sí misma en un intento de detener el flujo de leche. Era una lección dura, sí, pero Lucía sentía que era necesaria. Carlos había sido arrogante y desconsiderado, siempre seguro de su encanto y de su lugar en el mundo. Pero como Sofía, había sido expuesto a la vulnerabilidad, al juicio, y a las emociones que había ignorado como hombre.

Mientras observaba, no pudo evitar sentir una punzada de compasión. Había momentos en que quería detener los castigos, quería perdonarlo y dejar que todo volviera a la normalidad. Pero luego recordaba la traición, y su resolución se endurecía una vez más. Carlos debía aprender, y si eso significaba que Sofía tenía que soportar estos castigos, entonces así sería.

Lucía se levantó de su asiento, estirando sus brazos hacia el cielo. Sabía que tendría que prepararse para los próximos pasos. Los castigos hasta ahora habían sido solo el comienzo, una manera de hacer que Sofía se sintiera incómoda, expuesta y avergonzada. Pero ahora era el momento de intensificar las cosas. Ella no solo quería que Sofía sintiera vergüenza; quería que experimentara el miedo, la desesperación, y el arrepentimiento verdadero.

"¿Qué sigue?", pensó Lucía. ¿Qué tipo de castigo podría ser más efectivo para enseñarle a Sofía lo que realmente significa ser una mujer, con todos sus desafíos y complejidades?

Una sonrisa sombría se formó en los labios de Lucía mientras su mente comenzaba a trazar los próximos pasos. Podría jugar con los sentidos de Sofía, hacer que sus emociones fueran aún más intensas. Podría crear ilusiones que la confundieran, que la hicieran cuestionar su propia realidad. O podría alterar su percepción del tiempo, haciéndola vivir cada día como si fuera un año.

Pero había una idea que destacaba por encima de todas las demás. Un castigo que no solo humillaría a Sofía, sino que también la asustaría profundamente. Lucía había estado reservando esta opción, sabiendo que sería más efectiva cuando Sofía estuviera emocionalmente agotada, al borde de la desesperación.

"Sí", pensó Lucía, sintiendo una mezcla de emoción y un toque de culpa. "Eso debería hacer el truco."

Se acercó a su escritorio y comenzó a preparar los ingredientes necesarios para el hechizo. Un cambio en la percepción del propio cuerpo, una alteración que la haría sentir atrapada en su propia piel.

Mientras preparaba el conjuro, no podía evitar sentir un eco de tristeza en su interior. Sabía que estos castigos eran duros, pero también sabía que la traición de Carlos había sido un golpe a su propia alma. Estaba herida, y en su dolor, había encontrado una retorcida sensación de justicia en hacer que Sofía, y a través de ella Carlos, sufriera.

Lucía sabía que este ciclo de castigos debía tener un final, pero aún no estaba lista para dejarlo ir. Todavía quedaba mucho por hacer, muchas lecciones por enseñar. Y hasta que sintiera que Carlos había aprendido realmente lo que significaba su traición, no habría descanso.

Con el nuevo hechizo listo, Lucía miró hacia la ventana una vez más, sus ojos brillando con una mezcla de determinación y tristeza. "Espero que estés lista, Sofía", murmuró para sí misma, "porque las cosas están a punto de ponerse mucho más difíciles para ti."

Se giró hacia la puerta, lista para enfrentarse al próximo capítulo de esta complicada y dolorosa historia.

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora