Después de un día abrumador y lleno de humillaciones, Sofía se dejó caer sobre su cama, agotada por el cansancio y la vergüenza. Sentía que su cuerpo no podía soportar más, pero sabía que el día aún no había terminado y que Lucía no le daría tregua.
Sexto Castigo: Lush
Mientras trataba de recuperar el aliento, de repente sintió un cosquilleo extraño en su entrepierna. Antes de que pudiera reaccionar, unos vibradores tipo "Lush" aparecieron mágicamente y se pegaron internamente a su vagina. Sofía soltó un grito ahogado, su cuerpo estremeciéndose por la inesperada sensación de placer. Intentó sacarlos, pero era inútil; los vibradores estaban firmemente adheridos a ella.
—¡No! ¡Por favor, no más! —suplicó, pero el castigo ya estaba en marcha.
Los vibradores comenzaron a vibrar intensamente, enviando oleadas de placer por todo su cuerpo. Cada minuto que pasaba, la intensidad aumentaba, haciendo que Sofía se retorciera en su cama, incapaz de controlar las reacciones de su cuerpo. El sudor comenzó a cubrir su piel, mezclándose con sus fluidos corporales mientras las vibraciones seguían su curso implacable.
Las horas pasaron lentamente, cada segundo se sentía como una eternidad. Su cuerpo estaba completamente empapado, y cada músculo temblaba de agotamiento y sobreestimulación. Las sábanas bajo ella estaban mojadas por el sudor y sus fluidos, y el aire estaba lleno de los sonidos de su respiración agitada y gemidos involuntarios.
Justo cuando Sofía pensaba que no podía soportar más, la puerta de su habitación se abrió, y Jorge entró.
—¿Sofía? —llamó, pero se quedó inmóvil al ver la escena ante él. Los ojos de Jorge se abrieron de par en par mientras veía a Sofía retorcerse en la cama, empapada en sudor y con un brillo inconfundible de placer en su rostro.
Jorge sintió una mezcla de excitación y confusión. La imagen de Sofía en ese estado le resultaba increíblemente provocadora, pero al mismo tiempo, estaba preocupado por lo que le estaba sucediendo.
—¿Qué te han hecho ahora? —preguntó con voz entrecortada, acercándose lentamente a la cama.
Sofía no pudo responder; su cuerpo estaba demasiado ocupado lidiando con el tormento de placer al que estaba siendo sometida. Las lágrimas corrían por sus mejillas, mezclándose con el sudor mientras luchaba por encontrar un respiro. Hasta que por fin su castigo terminó
Séptimo castigo: El Castigo de Jorge y Sofía
Antes de que Jorge pudiera intentar ayudarla, Lucía apareció en la habitación, flotando en el aire con una expresión de satisfacción.
—No te preocupes, Jorge, tú también vas a participar en esto, —dijo Lucía con un tono juguetón pero cruel.
En un instante, Jorge sintió un dolor agudo en su entrepierna. Miró hacia abajo y vio que no tenía uno, sino tres penes que aparecían en su parte íntima. Su rostro se llenó de sorpresa y horror mientras intentaba entender lo que estaba sucediendo.
—¿Qué demonios...? —exclamó, dando un paso atrás.
Al mismo tiempo, Sofía sintió una nueva transformación en su cuerpo. Tres partes femeninas emergieron, sustituyendo a su única parte íntima anterior. La sensación era desconcertante y abrumadora, y su mente apenas podía procesar el cambio.
—¡Esto es una locura! —gritó Sofía, tratando de cubrirse con las sábanas.
Lucía sonrió maliciosamente. —Para romper este hechizo, tendrán que complacerse mutuamente durante las próximas horas, sin detenerse, —dijo, chasqueando los dedos y desapareciendo de la habitación.
El aire se llenó de una tensión palpable mientras Jorge y Sofía se miraban mutuamente, conscientes de que no tenían más remedio que obedecer.
A medida que comenzaron a tocarse, Sofía se dio cuenta de que cada vez que se sentía más complacida, le empezaban a salir pechos en todo el cuerpo. Uno en el hombro, otro en la espalda, y más en lugares inesperados. La sensación era desconcertante, y los nuevos pechos se llenaban de una extraña pesadez, que añadía una capa adicional de incomodidad y sorpresa a su ya confuso estado.
Jorge, por su parte, se esforzaba por concentrarse en dar placer a Sofía, aunque el cambio en su propio cuerpo lo distraía constantemente.
El Castigo Final
Después de horas de esta experiencia surrealista y agotadora, Lucía decidió que era hora del último castigo del día.
—Espero que estés lista para esto, Sofía, —dijo Lucía, reapareciendo con una expresión fría.
Antes de que Sofía pudiera responder, una serie de mujeres comenzaron a aparecer mágicamente alrededor de la habitación.
—Estas son todas las mujeres con las que me fuiste infiel, —dijo Lucía, sus ojos ardiendo con ira. —Para tu castigo final, tendrás que tener relaciones con cada una de ellas.
Sofía miró horrorizada a las mujeres. Había una larga fila de ellas,.—¡No! ¡Por favor! —rogó Sofía, pero Lucía no mostró piedad.
Las mujeres comenzaron a acercarse a Sofía, mientras les crecía un pene enorme a cada una de ellas, una por una. El dolor fue insoportable al principio, pero sabía que tenía que soportarlo para terminar el castigo. Cada nueva penetración se sentía más dolorosa que la anterior, y su cuerpo temblaba de agotamiento.
Jorge miraba con impotencia, incapaz de ayudar a Sofía mientras sufría su castigo final. Cada gemido de dolor que ella soltaba lo hacía estremecer de ira y desesperación.
Cuando la última mujer finalmente terminó, Sofía cayó al suelo, exhausta y adolorida. Las lágrimas corrían por su rostro mientras se acurrucaba en posición fetal, su cuerpo temblando.
—Esto... esto es demasiado... —susurró Sofía, con la voz quebrada.
Lucía observó desde la distancia, su expresión neutral, pero con una pizca de satisfacción oscura.
—Ahora has aprendido tu lección, —dijo antes de desaparecer, dejando a Sofía y Jorge en un estado de completa devastación.
El capítulo termina con Sofía y Jorge tendidos en el suelo, recuperándose lentamente del castigo más brutal de todos, sin saber qué les deparará el futuro.
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EL CASTIGO DEL INFIEL
Bilim KurguCarlos era uno de los chicos más populares de la universidad, con una vida que cualquier persona envidiaría. Sin embargo, todo cambió la noche en que traicionó a su novia, Lucía, durante una fiesta. Lo que Carlos no sabía es que Lucía tenía poderes...