Capítulo 20: La Transformación Inesperada

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Sofía, aún temblando de frío y humillación, se encontraba fuera de la discoteca, intentando recomponerse. El aire nocturno era fresco, pero no lo suficiente como para apaciguar la tormenta de emociones que ardía dentro de ella. Había pasado uno de los momentos más vergonzosos de su vida, y todo por culpa de Lucía. Su cuerpo, aún con una fuerte erección, se sentía incómoda y vulnerable. De repente, vio a Jorge salir del edificio, buscándola con la mirada.

-¡Sofía! -gritó él, corriendo hacia ella-. ¿Dónde te metiste? Te he estado buscando por todas partes.

Sofía levantó la vista, con los ojos llenos de lágrimas y rabia contenida. ¿Cómo podía ser tan ciego? ¿Cómo no se dio cuenta de lo que le había pasado?

-Jorge... -su voz temblaba de frustración-. ¿Cómo no pudiste ver lo que estaba ocurriendo? ¡Estaba ahí, justo frente a ti, y tú ni siquiera te diste cuenta!

Jorge la miró confundido, ajeno a la realidad de la situación.

-¿De qué hablas? -preguntó con genuina preocupación-. No vi nada fuera de lo normal. ¿Qué sucedió?

-¡Nada fuera de lo normal! -gritó Sofía, la furia brotando en su interior-. Estaba en medio de todo ese lío y tú... ¡tú simplemente estabas ahí, bailando y riendo!

Sin entender lo que estaba pasando, Jorge intentó acercarse para consolarla, pero Sofía lo detuvo con una mano.

-Vete, Jorge -dijo con voz firme-. Necesito estar sola ahora.

Jorge, desconcertado y dolido por su reacción, asintió lentamente y dio un paso atrás.

-De acuerdo, me iré... pero estaré aquí si necesitas hablar -dijo, antes de girarse y alejarse.

Sofía se quedó sola, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza. La realidad de su situación la golpeó de nuevo con fuerza. "Estoy atrapada en este infierno," pensó mientras caminaba de regreso a casa, intentando tapar su pene con el bolso que llevaba

Al llegar, se dirigió directamente al baño. Necesitaba lavar el día, la noche y todo lo que había pasado. Se desnudó rápidamente y se metió bajo el chorro de agua caliente. Mientras el agua corría por su piel, cerró los ojos y dejó que las lágrimas fluyeran libremente. "¿Cuánto más puedo soportar esto?" se preguntó, sintiendo que cada día que pasaba en este nuevo cuerpo era más difícil que el anterior.

Después de lo que parecieron horas en la ducha, salió, se secó y se metió en la cama, agotada tanto física como emocionalmente. Cerró los ojos, deseando que al despertar todo fuera solo una pesadilla.

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La mañana siguiente llegó demasiado rápido. El sol brillaba a través de las cortinas, y Sofía se despertó con una sensación de inquietud en el estómago. Se sentó en la cama, suspirando profundamente, intentando prepararse para lo que pudiera venir.

Sin embargo, antes de que pudiera levantarse, una figura familiar apareció en el umbral de la puerta de su habitación. Era Lucía, con una sonrisa enigmática en su rostro.

-Buenos días, Sofía -dijo con voz suave pero cargada de intención.

La ira de Sofía burbujeó inmediatamente al verla. "¡Otra vez!" pensó, su paciencia al límite.

-¿Qué haces aquí? -preguntó con frialdad, levantándose de la cama-. ¿No has hecho suficiente ya?

Lucía la miró con una expresión de falsa inocencia.

-Oh, Sofía, solo vine a ver cómo estabas después de la noche de ayer. Pareces... algo alterada.

-¡Alterada! -replicó Sofía, con furia en sus ojos-. ¡Me has arruinado la vida una y otra vez! Todo esto es culpa tuya, ¡tú y tus malditos hechizos! ¿Qué quieres de mí, Lucía? ¿Qué más quieres?

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora